lunes, 28 de diciembre de 2015

Mi cesto de manzanas

Había cesto de manzanas que era muy feliz hasta que metieron a dos manzanas podridas que venían de otro manzano. Esas dos manzanas le decían al resto del cesto lo que tenían que hacer, qué comprar, dónde ir, cómo posar, dónde vivir, de qué ganarse la vida y hasta a quién considerar su manzano de referencia. Hasta que un día, el cesto dijo que ya bastaba de manipular, tergiversar y exigir, y las dos manzanas, muy dolidas, decidieron que eran demasiado buenas para ese cesto.

Para su sorpresa, el resto de las manzanas suspiraron aliviadas. Qué alivio fue, darse cuenta de que esas dos manzanas estaban podridas pese a su imagen impoluta. Qué alivio fue, por una vez en la vida, tomar decisiones que sólo le correspondían al cesto.

A esas manzanas podridas sólo les deseo que sigan pudriendo si quieren, pero muy lejos de nuestro cesto. Gracias.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Siestas en sofás

Siestas en sofás que saben a gloria, una televisión, un sofá y una manta. Y una familia debajo de esa manta. Las manos infantiles que agarran la solapa de mi pijama, la boca que agarra mi pezón. Miradas que matan de amor hasta que cierran los ojos. Y volamos, los tres juntos, a un mundo mullido en el que descansamos, al fin, de toda la semana.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Me tienen que poner en mi lugar

Mi marido me tiene que poner en mi lugar, como hacen los buenos maridos. Me tiene que dar mi sitio, ese sitio que corresponde a las mujeres. Poner a las mujeres en su sitio, eso es lo que hacen los hombres y eso es lo que le han pedido que haga hoy.

Así que mi marido me ha puesto hoy en mi lugar y me ha dicho que llevo 8 años trabajando como una condenada. Que me he ocupado de las finanzas, de la casa, de trabajar fuera, de mantener a la familia cuando él no tenía trabajo, de ser la fuerte cuando todo el mundo era débil, de ampliar la familia, de ahorrar dinero, de organizar las visitas médicas, de montar cumpleaños, de organizar viajes, de escribir, de seguir nuestros sueños, de cocinar, de aportar otro punto de vista... y que me lo agradece mucho.

Y qué voy a hacer, pues se lo he agradecido yo también a él. No viene mal que de vez en cuando te digan que haces algunas cosas bien. Que sí, que se sigue siendo imperfecta (a Dios gracias), pero a veces llega a la patata que la persona con la que compartes tu vida, con la que es inevitable que tengas roces, te diga que no te da por sentado después de tantos años.

A la persona que le ha pedido que me pongan en mi lugar, lo único que me gustaría decirle es que le vayan dando. A veces, a la gente se le olvida quién manda en la vida de uno. Así que, en mi vida, yo ya estoy en mi lugar. ¿Y tú, bonita, estás en el tuyo? A juzgar por tus ansias de control, me parece que no.

martes, 15 de septiembre de 2015

Perdida

Líbido se ha perdido.

La última vez que la vi, vestía collar de cuero rosa con pinchos y lencería a juego, le gustaban los ramos de flores y las sábanas recién puestas. Salió corriendo tras un estallido de prolactina tras el parto y desde entonces la hemos visto unas cuantas veces pero no las suficientes como para que podamos atraerla hasta casa. La echamos mucho de menos, especialmente mi marido.

Se recompensará a quien la encuentre y la traiga a nuestro hogar, sana y salva.

La guillotina está pronta

viernes, 11 de septiembre de 2015

Cuando la olla a presión estalla

El otro día cogí el teléfono para no decir nada bonito. La olla a presión había estallado. La otra persona, juguetona, con actitud de niña de 15 años, quiso hacerse la estupenda.

Salvo que yo ya no quería que se hiciera más la estupenda. Los viejos trucos ya no cuelan. Así que le dije tres cosas que yo necesitaba decir y ella escuchar.

Quizá las verdades duelan, pero en este caso ya me da igual.

martes, 1 de septiembre de 2015

Momentum

Hay instantes en la vida en los que parece que alguien le ha dado al Fast Forward.

Hay otros instantes en los que todo va despacio. Alguien pulsa pausa para ver cómo es el fotograma.

A veces tenemos miedo de perder momentum cuando eso sucede.

domingo, 30 de agosto de 2015

Me enamoré de un hombre libre

Me enamoré de un hombre libre, un hombre que me enseñó a soñar. Me enamoré de un duendecillo de inspiración y sonrisa fáciles, de un niño grande con ganas de comerse el mundo. Me enamoré de alguien que siempre confiaba en mí, que me apoyaba en todas mis locuras.

Durante estos cinco años en esta ciudad he visto languidecer a ese hombre. Le han metido en una pompa de jabón, desde la cual ve el mundo y su grandeza, desde donde le permiten ver, maravillado, qué es lo que hacen los demás. Le cuentan historias de lo estupenda que será su vida si hace lo que quieren otros para, a continuación, romperle la pompa. Entonces le dejan caer y le vuelven a meter en otra pompa, desde la cual se vuelve a repetir la escena. Sin capacidad para dirigir la frágil pompa de jabón hacia donde él quiere, cae para tan sólo volver a salir a flote durante un momento. Una indefensión aprendida de la que es muy difícil salir.

El teléfono, con su ominoso, insistente y constante pitido, se ha encargado durante este tiempo de recordarle cuál es el lugar que los demás han reservado para él. Le he visto levantarse a las dos de la mañana para resolver situaciones que, con un poco de sentido común, las podrían haber solucionado los demás. Le he visto bloqueado, triste, canoso. He visto cómo su rostro se llenaba de arrugas, cómo se pintaban infinitas ojeras bajo sus ojos. Le he visto infantilizado, usado, manipulado, privado de autoridad sobre su propia vida. He visto cómo se enfriaba su almuerzo, cómo le requerían en festivo, en domingo, a horas intempestivas o durante un fin de semana romántico. He visto cómo se ausentaba durante los primeros días de vida de su hija, porque alguien creía ser tan importante como para exigirle que renunciara a un momento irrepetible. He visto cómo se usaba su imagen, cómo se exhibía una perfección facebookiana, de familia de ensueño, cuando hasta a mí me costaba sonreír para la foto y eso que no soy parte de la dinámica. Finalmente, cansado, he visto cómo claudicaba, agachaba la cabeza listo para aceptar una vida que no era la suya, en un sueño que nunca fue el suyo, él que me enseñó que luchar por los sueños de uno.

Sigo enamorada de ese hombre. Sigo pensando que aquel niño grande con ganas de comerse el mundo sigue ahí, en alguna parte. Sólo le han metido en una pompa y le han enseñado a estar constantemente cayendo, pero a mi mirlo no le han cortado las alas. No pueden. Todavía vuela dentro de su mente, todavía se rebela, todavía se atreve a soñar aunque no lo dice. Oculta sus sueños tras una sonrisa tranquila. Pide cosas tímidamente: una licencia de software, una mensualidad de artes marciales... todos piensan que son sus hobbies, que no tienen importancia, cuando en realidad son sus anhelos más profundos.

En los últimos meses he visto apagarse las luces y caer el telón todas las noches, y nunca he visto a esas personas que tanto han exigido de él echar una mano. Nadie ha venido a limpiar el baño, ni a hacer la comida, ni a poner lavadoras, ni a calmar a nuestra hija. Ellos quieren la foto en facebook, lucir una imagen perfecta y profesional, y decir que somos todos muy felices. Y en nuestra casa es verdad: somos muy felices cuando no tenemos que aparentarlo. Porque si se aparenta, entonces es lo de siempre, vivir lo que otros quieren que vivas, sonreír para la foto cuando otros quieren que sonrías, soñar con la vida que otros quieren que sueñes, vivir donde otros quieren que vivas. Ese hombre grande con espíritu de niño, que no ha dejado de soñar, por fin se ha dado cuenta. Si nadie va a dar a cambio aunque sea venir en su ayuda cuando lo necesita, porque está rendido, porque no duerme, porque se preocupa por llegar a final de mes, a pesar de lo mucho que él ha dado por ellos, entonces, ¿qué le ata a la pompa que siempre cae? ¿Qué le debe a esa pompa y a esos sueños ajenos?

"Al fin y al cabo es una pompa de jabón", se dice ahora ese hombre, "¿qué me impide romperla?".

martes, 25 de agosto de 2015

Me dijeron que no podía

Me dijeron que no podía.

Que claudicara. Que "donde no hay, no hay".

Que se criaban muy bien con biberón.

Que lo que quería mi niña era comer.

Me dijeron que no era menos madre. Y es cierto, no lo habría sido por dar una botellita con una tetina. Pero no era mi elección.

Mi elección fue seguir luchando. Yo quería amamantar.

Y yo quería que respetaran mi elección. Pero no lo hicieron. No lo harían nunca. Lo dejaron bien clarito.

No me rendí.

En mi periplo, una y mil veces intentaron convencerme mediante el miedo. Me dejaron bien clarito que mi lucha era en vano. Que si ellas no habían podido, yo no podría tampoco. Que había muy buenas leches. Que era lo de menos la alimentación. Que era universitaria, ¡por Dios! Que cómo era que quería dar el pecho como las gitanas.

Y aun así, no me rendí.

Tengo una bebé sana, en un percentil 95 de altura y peso. Mi bebé tiene 4 meses y adora su teta. Es algo que sólo yo puedo darle. Es algo que ningún opinólogo podrá proporcionarle jamás. Sólo yo soy su madre, le pese a quien le pese. Sólo yo puedo amamantarla, le pese a quien le pese.

Aunque adoren darle biberones, no pueden. La niña no quiere biberones. Quiere su teta. Quiere a su mami.

La niña no quiere chupetes. No dejan que la engañen con trozos de plástico. Prefiere el calor de su madre, el tacto del pezón, el olor de la leche.

Es lista. Ella sí que sabe. Al contrario que los supuestos expertos en nada.

A todos los que dudaron alguna vez de mi capacidad para amamantar, quisiera mandarlos de una vez por todas a la mierda, que es donde deben estar. Sin importar si fueron sanitarios, gente cercana o el vecino del quinto. Por mí, por todas las mujeres que alguna vez quisieron amamantar y se vieron frenadas por la presión social, y por todas las que vendrán. Por todas las lactancias que se han cargado a base de hablar más de la cuenta.

Por todas las veces que deberíais haber respetado las decisiones de las madres que quisimos amamantar. O de las que decidieron dar el biberón. Por todas las veces que os entrometísteis en lo que queríamos hacer con nuestros hijos.

Por todas las veces que nos infantilizásteis a padres y madres. A nosotros, que fuimos capaces de concebir un hijo, llevar una gestación a término, dar a luz, emocionarnos con el nacimiento de un nuevo ser humano. La paternidad y la maternidad es algo único. Algo que no podéis arrebatarnos a base de presión social.

Por todo eso, os digo que no pudísteis conmigo, no esta vez. Aunque os escueza, que sé que lo hace. Esto me empodera, me llena de capacidad para mandaros a la mierda, a callar o a lo que me dé la gana. Sí, a vosotros, que no sois pediatras, que quizá ni siquiera hayáis amamantado o tenido un hijo en vuestra vida y vais de expertos por ahí. A los que os han criado hijos otras personas. A los que pensáis que los niños se duermen solos en su cunita o su carrito, por arte de magia, como si fueran Nenucos que cierran los ojos al tumbarlos.

Asumidlo.

Yo sobreviví a la opinología. Yo gané esta guerra.

Y me encanta restregároslo.

sábado, 8 de agosto de 2015

Tierra mojada

Hay poder en el olor que entra por mi ventana.

A tierra mojada.

A renovación, a vida, a esperanza.

Hay poder en el sonido de los truenos.

Voy a bailar bajo la tormenta.

domingo, 19 de julio de 2015

Bebé

Me gustan tus sonrisas llenas de leche, cuando sonríes desde tu perspectiva para mirarme a los ojos, y abres la boca dejando escapar un pequeño riachuelo de tu alimento preferido, el que te doy.

Te quiero cuando dices ajó, agú, gu-gú, cuando te levantas por la mañana (normalmente de buen humor) y con todo tu repertorio de monerías.

Te adoro cuando estás saturada de bares, gente, abuelos, familiares, vecinas cotillas y dependientas de tiendas de chinos, y me buscas entre caras poco conocidas. Cuando te lanzas hacia mí de cabeza al estar en otros brazos, porque sabes que siempre voy a estar ahí para cogerte.

Me encanta cuando quieres dormirte, te enganchas a mi pecho y me agarras con toda la fuerza que tienes en las manos para que no me escape. No vaya a ser que me pierda mientras tú duermes.

Me chifla el saludo familiar que has inventado, y que ahora ya tu papá y yo hacemos incluso cuando estás profundamente dormida para saludarnos entre nosotros.

Me fascinan tus ojos rasgados y profundos, tu pelo alborotado, tu piel de alabastro, tu boquita de piñón y tu nariz chatilla. Cuando me dicen que eres bonita, que eres guapa, que eres preciosa, yo siempre pienso que sí, que lo sé, pero que eso no me importa en absoluto. Te querría igual si fueras fea como un mono. Te quiero por ser tú, no por cómo eres físicamente.

Eres seis kilos y medio por 62 cms de alto de felicidad. De nuestra felicidad. Mañana hace 3 meses que llegaste a nuestras vidas, así que sólo te puedo dar las gracias por existir. Te quiero, bebé.

sábado, 11 de julio de 2015

El Guadiana

Siempre está ese conocido que se entera de algo de tu vida y viene a husmear con la excusa de desearte lo mejor. O para decirte "Oye, estoy aquí, necesito de tu atención porque soy un tocahuevos". Y luego desaparece como el Guadiana.

Una vez me pasó eso con alguien que me mandó un WhatsApp diciendo que era muy negativo estar a la gresca por una tontería. Y que qué tal estaba, ¡que se había enterado de que estaba con una gripe! Por Dios, como si una gripe fuera el fin del mundo, la excusa entre las excusas para retomar un contacto que a mí no me agradable retomar.

Pues que les vayan dando por cotillas.

viernes, 3 de julio de 2015

No tengo ni idea

Me llega un WhatsApp con un mensaje de voz. Lo que me llama la atención no es el mensaje, es la voz de la persona que me hace llegar el mensaje. Está hecha pedazos, como un jarrón chino que un niño ha hecho caer jugando a la pelota en el salón, con la picardía de quien sabe que jugar en el salón romperá cosas y no hace nada por evitarlo.

Podría decir muchas cosas para intentar consolar a quien me manda ese mensaje. Podría decirle lo clásico, que lo siento, que me puedo imaginar por lo que está pasando. En realidad, no tengo ni idea. No sé ni qué decir, ni qué hacer, ni tengo la más remota idea de por lo que está pasando porque no estoy en su situación. Creo que lo mejor que podría hacer es darle un abrazo y dejar que las palabras se queden mejor en el fondo de mi garganta.

sábado, 27 de junio de 2015

Hagas lo que hagas, está mal

Si eliges biberón, la teta es lo mejor porque lo dice la OMS.

Si eliges teta, el bibe es lo mejor porque el bebé pide más y se queda con hambre.

Como todo está mal, como cualquier elección es negativa, hay que hacer lo que a uno le dé la gana.

miércoles, 10 de junio de 2015

Con ganas de salir de la ciudad, del país, de lo que sea

Llega junio. Se acerca el verano, que deberían decir de nuestro lema. Verano terrorífico el nuestro, como siempre. Siempre digo que aquí abajo estamos hechos de otra pasta. Hay que tenerlos bien puestos para soportar esto.

Para colmo, las oportunidades no es que estén muy boyantes. Tengo suerte de poder permitirme el aparente capricho de haber tenido descendencia, pero muchos otros no pueden. Los políticos no hacen más que preguntarse por qué, pero no hace falta más que salir a la calle para verlo.

Me dan ganas de salir del país.

martes, 9 de junio de 2015

Una tarde de primavera tardía

Hacía calor. Tomamos unas tapas en un bar cercano, donde ponen unos calamares fritos que para nada saben a freidora (todo un lujo) y esos bocadillos de lomo con alioli que tanto te gustan. La chica dormía en el capazo y, tranquilamente, nos fuimos a casa. Al llegar se despertó y le di el pecho, tú te echaste en la cama hasta quedarte dormido y yo, tras acabar la toma, me uní a ti en un abrazo caluroso y húmedo, de tarde de primavera tardía, de bochorno con olor a siesta.

Probablemente dentro de unos años no recuerdes esta escena, porque quede nublada entre recuerdos de otros momentos que llegarán y que, probablemente, te resulten más felices o más remarcables. Pero ahora mismo esa siesta, ese momento en el que te volviste y me diste un beso que fue como el del cuento de la bella durmiente, pues desperté del letargo de la cuarentena, está muy fresca en mi memoria. Ese beso fue como desperezarse cuando se ha dormido bien, incluyendo el mordisco que te di en el labio de abajo cuando ya te retirabas.

Me he quedado con el sabor de tu sudor en la boca, y me encanta.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Maternidad diferida

Una es madre (o padre, pero hablo aquí de madres y maternidad porque soy mujer) de quien quiere y puede ser madre. Una abuela puede actuar como madre cuando una madre necesita un apoyo especial o cuando está tan presente en la vida del niño que prácticamente se le acepta como una segunda madre. En todo caso esa situación viene de forma natural, nunca es impuesta. Es algo que celebrar, una maternidad diferida en la que la madre tiene el apoyo de otra madre que, de otra manera, educa y cuida. Mi abuela fue así conmigo: me llevaba al médico, al colegio, charlaba conmigo, me contaba cosas y me animaba a que yo se las contara, cocinaba conmigo y hoy día veo muchas cosas de mi abuela en mí. Mi abuela vivía con nosotros, no la visitaba los domingos, sino que tenía contacto conmigo las 24 horas y por eso era muy consciente de los problemas a los que se enfrentaba mi madre en lo que respectaba a mi crianza. La suya fue una maternidad diferida muy bonita, porque la sinergia que se creó siempre fue muy natural, y siempre respetó mucho a mi madre y a su autoridad y decisiones como madre.

Estoy viviendo la otra cara de la moneda en lo que a maternidad diferida respecta. Una relación que se fuerza, decisiones paternas que no se respetan y es más, se contravienen, opiniones que no se piden y hasta "regalos" que se pretenden hacer para usar en casa de la persona que quiere ejercer esa maternidad diferida, no para el disfrute general de mi bebé, a pesar de que el regalo en cuestión le haría falta para su vida. Mi marido y yo queremos ser responsables de nuestra paternidad y maternidad respectivamente, no necesitamos esa paternidad diferida porque ya nos tenemos el uno al otro. Pero hay un empeño antinatural en que salgamos de la ecuación, en que "tenemos que buscar tiempo para nosotros, así que es mejor dejar a la niña con otras personas los fines de semana y cuanto antes mejor para que socialice". Mi niña tiene un mes, lo cumple hoy, no puede socializarse aún porque no tiene concepto de la existencia de otras personas, ¿qué clase de excusa chorra es ésa? Incluso he tenido que oír que se va a empadronar a la niña fuera de nuestra casa para que tenga la guardería donde esas personas quieren, sin respetar nuestros deseos y con todo lo que ello implica: que el médico no lo tendríamos cerca, que legalmente no viviría con sus padres, que el colegio lo tendría en otro sitio lejos de nosotros, y un largo, larguísimo etcétera.

Creo que este tipo de personas buscan llenar un vacío o solucionar un problema, o por un interés personal. Pero si existe ese vacío, creo que podría hacerse de forma más constructiva y más inclusiva, no a base de dinamitar las decisiones de los padres. Por otra parte, un bebé no es un objeto ni una mascota como para cosificarlo desde su más tierna infancia. Me parece bastante tonto forzar las cosas hasta ese punto, porque las personas somos como somos y no se quiere más a alguien por forzar una relación. Un niño no deja de ser una persona pequeñita. Es más, cuando se fuerzan las cosas, normalmente es mucho peor, y los niños se dan cuenta de eso. Por lo que he visto, rechazan ese tipo de control y ese tipo de situaciones, no son tontos.

Me parece que se están replicando conductas aprendidas y vividas, en las que el criterio de los padres no se respeta porque "no saben". La verdad, nadie nace sabiendo qué es ser padre, incluso la experiencia de cada hijo imagino que debe ser diferente porque cada bebé es diferente. En ese sentido, nadie "sabe". Nosotros no "sabremos", pero queremos aprender de nuestra hija y no queremos que eso nos lo quite quienes creen que "saben".

El enano de mi oído

El enano de mi oído me sopla intuiciones. Me dice "desconfía de x", "no me gusta y", "hay algo raro en este hecho", pero nunca me da razones, es como tener certezas que llegan por corazonadas. Entonces, cuando lo comento con gente más racional como mi Santo Varón el Sr. Darcy, siempre me dicen "pero mujer, qué razones tendrás para pensar así, anda anda". Y yo me quedo con cara de idiota porque no tengo razones (racionales) de las que tanto le gustan para apoyar lo que siento. ¿Cómo voy a tenerlas si es sólo una sensación, un sentimiento?

Días, semanas o meses después, todo empieza a encajar. Se descubre el pastel de lo que fuera porque los pasteles sociales son tan golosos que siempre hay quien tira de la manta (cuando no es el propio interesado). Es ahí cuando, tanto el Sr. Darcy como yo misma, nos sorprendemos de las intuiciones que me sopló en su día el enano de mi oído. Entonces surgen las razones, a posteriori.

Lo que extraigo de esto es que debería confiar mucho más en mi intuición, en lo que respecta a las motivaciones ajenas.

jueves, 7 de mayo de 2015

La Srta. Darcy se parece a...

La tía Carmen vino a verte el otro día, junto con la tía Inma y una prima de tu papá y su hijita (con la que probablemente juegues en Navidad dentro de unos años). La tía Carmen dijo que eras igual, igualita a mí. La niña más bonita con diferencia de la familia Darcy. Y aunque es verdad que te vi parecido a mí cuando naciste, sólo tenías tres días y todavía podías cambiar, así que cambiaste porque para eso eres tú misma y no yo.

Ahora que han pasado dos semanas desde tu nacimiento, tu abuelo, Darcy Senior, dice que te pareces a mi padre. Mi padre, con cierta sorna (muy típico de él), dice que no puedes parecerte a él porque tú tienes una buena mata de pelo y él está calvo. Con la de veces que ha presumido de su tupé de juventud, en fin. Mi madre insiste en que te sigues pareciendo a mí y, por ende, a ella misma, porque yo me parezco a ella. Con la de veces que ha dicho que me parezco a mi padre, en fin otra vez.

Tu otra abuela, la mamá de tu señor padre, dice que tienes sus manos. Yo lo que veo son las mías, que heredé de mi abuela por parte de padre, tu bisabuela, que es una mujer rubia de ojos azules a la que parece que no te pareces en nada. Lo que sí tienes es un pulgar muy raro que echas hacia atrás en un arco muy divertido, que vi el otro día arquear al abuelo Darcy. Pero en eso nadie le dará a los genes del pobre hombre el crédito, parece. Igual que nadie le dará el crédito a los pies de tu papá, que los tienes igualitos, hija, pero igualitos, hasta con el detalle del dedo gordo especialmente grande.

Y entre tanto parecido razonable, al final tu papá, el Sr. Darcy, y yo, llegamos a la conclusión de que te pareces a ti misma. Aunque él ahora diga que te pareces a la tía Inma, que vino a verte cuando tenías tres días. Pero es que la tía Inma se parece a tu abuelo Darcy, y tu abuelo Darcy y su señor hijo, mi esposo y tu padre, son clones. Así que al parecer te pareces a tu padre, querida hija. De tal palo, tal astilla, aunque donde aquel es rubio como rayo de sol, tú eres una astilla de pelo negro como ala de cuervo y ojos grises profundos.

jueves, 23 de abril de 2015

Dolor versus sufrimiento

Era una tarde cualquiera, parecida a las que había tenido hasta ese momento, pero empecé a notar que me encontraba diferente, que había algo raro. Me eché en el sofá a ver una serie que nunca había visto, sólo por relajarme un poco, y a ratos me quedé dormida. No pude comer mucho aquella tarde ni aquella noche, y sencillamente me dejé llevar por el vaivén de aquel movimiento, un movimiento gozoso, un dolor a ratos exquisito. Nunca había notado un dolor tan profundo ni tan claro, pero no había sufrimiento, sólo gozo.

Cuando levanté a tu papá para irnos al hospital eran las 4 y media de la mañana. Había dormitado entre contracción y contracción, me había duchado para asegurarme de que no eran de mentira, y las estaba contando con una aplicación de móvil más engorrosa que otra cosa. Ni por ésas se me habían parado. Así que nos fuimos. Pero nada más llegar al hospital sucedió lo que dicen algunos expertos en el tema: que el parto es un proceso que sufre de miedo escénico, y el hospital para tu madre es el peor de los escenarios. Así que todo empezó a hacerse irregular. Me conectaron a unos monitores para mirar tu frecuencia cardíaca en cada contracción, la gente entraba y salía. Me sentía una alien en un planeta de protocolos absurdos, con obstetras que te meten la mano y cuando te quejas porque estás sensible te dicen "no he metido la mano todavía". Me dijeron que me conectaban a otro monitor, entre explicaciones confusas sobre frecuencias, contracciones y demás. Las contracciones casi pararon. Cada vez que entraba alguien tu papá tenía que salirse, y aquello parecía más un aeropuerto que un hospital, así que estuve mucho tiempo sola. Luego me pasaron a una sala de espera. Estaba de sólo 1 cm, me iba a casa contigo todavía en mi barriga.

Pero me volvieron a llamar. Me dijeron que el segundo registro de monitores, el más largo, estaba bien, pero que en el primero estabas con un poco de taquicardia. Taquicardia las que me dais a mí, pensé, con las limpiadoras gritando mientras una está conectada a una máquina que funciona a ratos, que hay que darle para que pille la frecuencia cardíaca del bebé, dándole todo el tiempo para que el niño esté "despierto", así no me extraña que se paren las contracciones y que haya taquicardias. Nos propusieron una prueba. Conectaron otra vez los monitores e hicimos un ensayo general del parto, tú y yo, con ayuda de la química. Aguanté 40 minutos de sufrimiento (aquello sí fue sufrimiento) que tú soportaste como una campeona, es decir, bien dormida. Me entraron ganas de decir "¿Veis? Mi niña sí que es fuerte, no ha nacido y os come a todos con patatas".

Me volvieron a ver y me dijeron que todo estaba bien, y quise irme a casa. Pero me dijeron que no, que me podía poner de parto. ¿Hola? Pero si me habéis dicho que me podía ir a mi casa a dilatar tranquila en cuanto acabara la prueba. Y de nuevo, otro tacto (éste hecho con cariño por una doctora diferente, todo hay que decirlo). 2 cms y medio, seguía sin estar de parto, pero estaba dilatando y total, iba a tener que volver en media hora porque a partir de los 3 se considera progreso del proceso. "Y dilatar igual puedes dilatar aquí que en tu casa" (y un cuerno, en mi casa dilato mucho mejor con mi pelota de pilates, mis técnicas de relajación, mi serie favorita y mis gatos, y sobre todo pudiendo deambular). Al final me ingresaron, me dieron el camisón reglamentario y para dentro. Me duché, almorcé tranquilamente y entonces me relajé, libre totalmente de contracciones y charlando animada con la compañera de habitación. Quise dormir una siesta. Eran las 2 y media de la tarde, y entonces comenzó la función.

Mi cuerpo expulsó toda la mierda que le habían metido, pero le había gustado el rollo así que empezó a producir hormonas por sí solo. Llegaron los dolores, los de verdad. Dolor tras dolor, hasta me tiré al suelo, buscando una posición cómoda. Dormité entre contracción y contracción cuando pude. Estaba muy cansada. Llegó una matrona, me volvió a reconocer y me dijo las palabras que sonaron en mi mente como un coro de ángeles celestiales "4 centímetros y medio, estás de parto y vas muy rápido. A paritorio". Eran las cuatro menos cuarto de la tarde y había dilatado otros dos centímetros en una hora. Me sentí como si me hubiera montado en un tren del que ya no me podía bajar hasta el final del trayecto, y en el que todo lo que podía hacer era pasar el rato de la forma más fluida posible.

En paritorio presenté mi plan de parto, las matronas me saludaron y me presentaron. Estaba muy contenta. Me preguntaron si quería epidural y dije que no, que el dolor no es lo mismo
que el sufrimiento y que yo no estaba sufriendo, que tenía un dolor gozoso. Me trajeron óxido nitroso, pero la mejor anestesia vino en forma de mano. Tu papá, muy cerca siempre, omnipresente y casi omnipotente para aquel cerebro animal y primitivo que salía con cada contracción, era la tabla de salvación y su mano el símbolo de que todo se puede conseguir si tienes fe.

Me prepararon la bañera, pero el fantasma del sufrimiento fetal y de los monitores de las 6 de la mañana todavía planeaba por aquel paritorio. La matrona no quiso pillarse los dedos y me dijo que si no estábamos seguras de que todo iba bien no me iban a meter en la bañera. Pensé "bueno, pero tengo un parto natural que era lo que yo quería" y le contesté "en fin, somos mamíferos de tierra". Busqué una posición más cómoda, de lado, en la que soportar las contracciones, las matronas me ayudaron. Eso sí, en cada contracción tenían que clavarme más el monitor fetal, me dolía casi más que las contracciones, pero no me lo podían quitar. Quería moverme y no podía porque estaba enganchada a esa máquina endemoniada. Pero como me estaba quejando me dejaron un rato tranquila y de pronto oí un "¡plop!". "No, bebé, no hagas eso", dije, como si tuvieras la culpa, pero obviamente no lo era. Había roto aguas espontáneamente y el líquido caía a chorros por la silla de partos. Casi lloro al pensar que definitivamente iba a dejar de sentirte dentro de mí, que ya no íbamos a ser una sola persona, que aquello significaba que el final de ser una entidad estaba próximo.

Pasó algo de tiempo, yo no era consciente de cuánto (o cuán poco). Estaba de 7 cms de dilatación cuando sentí necesidad de empujar y no pregunté: lo hice. La matrona me miró extrañada y me preguntó "¿Ya tienes ganas de empujar?" Dije que sí, que me moría de ganas, que era urgente y que me aliviaba. Sabía que no estaba en dilatación completa pero que me lo pedía el cuerpo. No me pusieron pegas, me dijeron que si notaba ganas lo hiciera. A las dos contracciones me volvieron a revisar. Estaba en dilatación completa y eran las 6 menos cuarto de la tarde. Me explicaron que había cuatro planos en el expulsivo y que tú estabas en el primero, íbamos a hacer una prueba a ver la fuerza que tenía al empujar. Llegó una contracción y lo hice por probar, llegaste a posición tres. Me puse muy feliz y pensé que no era tan difícil, además empujar me aliviaba. Así que en cada contracción empujé todo lo que pude. Notaba cómo te movías en cada una de las contracciones, siempre te agradeceré cómo te adaptaste para salir de mí, lo viva que estuviste, el trabajo en equipo que hicimos, fue un placer poder notar cada uno de tus movimientos en tu camino hacia la vida.

Tres empujones más y saliste. Primero la cabeza, la recuerdo como algo fácil aunque me asustó un poco pensar en que tenías la cabeza fuera y el tronco todavía dentro, era como algo de cine gore, como tener un alien entre las piernas. Me reí ante mi propio pensamiento. También había leído que se formaba una sensación de quemazón en el expulsivo, pero yo no noté nada de eso y lo estuve asimilando durante una décima de segundo, como un "Expectativa vs realidad". No me dio más tiempo a pensar en nada, llegó otra contracción y salió el resto de tu cuerpo, primero tus hombros y tras ellos todo lo demás como un caballo desbocado, resbalando. A las seis y diez de la tarde llegaste al mundo. Te intentaron poner en mi pecho pero el cordón era muy corto, así que tuvieron que esperar un par de minutos a que dejara de latir, tu papá cortó el cordón y nada más estar conmigo te enganchaste a mi pecho. Tu papá me dio muchos besos. Me dijo que había empujado conmigo, que él había parido igual que lo había hecho yo, que había en todo esto una fuerza sobrehumana y que él había estado luchando para que yo no me cayera de la silla de partos, pero que le había costado. Me hizo reír.

Y así viniste al mundo. Fue doloroso, pero no sufrí. Fue con diferencia el dolor más gozoso de mi vida. Cuando apareciste ya no hubo más dolor, sólo una necesidad de salir corriendo, de llevarte a mi cueva y protegerte. Para mí será un honor ser tu madre y criarte. Tu llegada me ha enseñado también a valorar al pedazo de compañero de vida que elegí hace ocho años. Tu padre es un gran hombre, de verdad. Aparte de guapo. Y está loco contigo. Todos estamos locos contigo, a mí me cuesta recordar un momento en mi vida en el que fuera más feliz que ahora mismo. Así pues, así viniste, y si alguna vez me lo preguntas, así te lo explicaré. Viniste con dolor, pero no con sufrimiento, sino con gozo y con felicidad. Tu manera de venir al mundo fue mi forma de reivindicar que podemos pedir un nacimiento como queremos para nuestros hijos, pero que hay que seguir luchando por hacer valer nuestros derechos. Espero que para cuando tú seas madre, la cosa haya cambiado.

domingo, 19 de abril de 2015

¿Qué es estar sano?

El 1% de la población es considerado psicópata, entendido este fenómeno como un desajuste en la glándula pineal que hace que las personas no tengan empatía, normalmente no sueñen y tengan altas necesidades de ser el centro de atención y de controlar las vidas de los demás. Es un porcentaje increíblemente alto.

El 53% de los menores en EEUU tiene TDAH. Si ya se considera alto el índice de psicopatía, el de TDAH ya es la repanocha. Los niños están medicados con metilfenidato y, ya de camino, sus madres también. Pastillita a pastillita de anfetaminas, conseguimos que las mamás sean supermamás y, como diría Silvia Federici, que lleven a cabo sus tareas productoras y reproductoras sin acarrear problemas de desajustes en la sociedad, en tanto que el capitalismo se sustenta en ese porcentaje de trabajo gratis y reproductor (sin trabajadores no hay producción y hay que producir más trabajadores).

Después de ver estos datos me planteo quién está sano y qué es estar sano. El Sr. Darcy, muy psicólogo él, dice que se está sano en tanto que el posible problema de uno no le afecta en su vida diaria. Pero el niño con TDAH (y su madre) está medicado y el psicópata está haciendo las vidas de los demás imposibles, y eso tiene que afectarte en tu vida diaria, o eso creo yo en mi inocencia e ignorancia más profunda sobre la Psicología moderna. No voy a hablar de las conspiraciones de las farmacéuticas porque no me considero conspiranoica a estas alturas de la vida, más bien soy consciente de que las farmacéuticas tienen que vivir, y que viven de este tipo de situaciones que la sociedad pone a huevo.

Tenemos que redefinir qué es estar sano mentalmente, o los métodos de diagnóstico, o algo, pero hay que hacerlo.

viernes, 17 de abril de 2015

Corría el año 2007

Corría el año 2007, hacía calor y todavía no habíamos empezado a salir. Yo me estaba mudando de vida y de relaciones, y había hecho la portabilidad de mi teléfono para irme al piso nuevo, aquel de 36 metros cuadrados en el que viví unos meses. Por eso, cuando volvía a mi antigua casa usaba la Wifi del vecino (qué piratilla) hasta que un día dejó de funcionar.

Debido a eso te dejé con la palabra en la boca en el messenger, donde ya hacías combinaciones de tu nombre y el mío, cosa que me extrañó un poco (por ir tan rápido), pero que entendí que no hacías con mala intención. Conociéndote, es que lo estabas pensando pero no estabas re-pensando lo que podía suponer aquello para mí. Te pasaste la noche entera escribiendo y, a la mañana siguiente, me encontré con que tenía un correo tuyo con un .doc muy largo lleno de palabras en las que me contabas tu vida. Fue suficiente para conocerte un poco más y, no lo negaré, el empujón que me faltaba para decirte que me gustabas mucho. Nunca te habías abierto tanto cuando cenábamos juntos, ni cuando nos tomábamos el descanso, ni cuando fuimos a comer croquetas en aquel restaurante vegetariano en el que nos sirvieron una cocacola que no era cocacola (¿te acuerdas?).

Quién me lo iba a decir aquel año 2007, que acabaría combinando tu nombre con el mío y formando una familia. Quién me iba a decir que me cuidarías cuando me rompiera una pierna, que estarías ahí en el momento más difícil de mi vida, cuando creía que casi moría, y que celebraría contigo tantos cumpleaños, tantas Navidades y tantos fines de año. Quién me iba a decir que te llevaría al hospital en mitad de una gastroenteritis, que secaría tus lágrimas, que contigo me sacaría un Máster, o que gracias a tus ánimos conseguiría metas que me había propuesto y no me sentía capaz de conseguir, y a la primera. Quién me iba a decir que tendríamos hijos. Eres el viento en mis alas, me elevas y, si me caigo, eres quien me devuelve la fe en que puedo hacer cualquier cosa que me proponga con tan sólo un poquito de ganas. Me has ayudado tanto durante estos años que sólo puedo estar agradecida por devolverme las ganas de volver a ser yo misma, de sonreír y también de reír a carcajadas. Quién me lo iba a decir aquel verano de 2007.

miércoles, 15 de abril de 2015

Relaciones disfuncionales

El tema en las relaciones disfuncionales es que están llenas de problemas. Los humanos nos sentimos impelidos a solucionar problemas.

O también lo llamamos Síndrome de Estocolmo. Indefensión aprendida. Hay tantas palabras para un sentimiento que me vuelvo loca.

Creo que voy a llamar al Sr. Darcy con el que vivo, a ver qué opina él. Seguro que opina que hay algo muy racional por el cual dejar atrás el Síndrome de Estocolmo. Seguro que es capaz de describírmelo con pelos y señales.

Ojalá fuera tan racional como él.

martes, 14 de abril de 2015

Cuánto has cambiado...

Cuando me encuentro con gente del pasado me dicen que he cambiado mucho. No lo creo. Creo que siempre fui así de cabezota para mis propios valores y de flexible para las independencias ajenas. Puede parecer contradictorio, pero para mí es vital encontrar y luchar por mantener ese equilibrio. Es como respirar o beber agua.

El quid de la cuestión no es que haya cambiado mi personalidad ni mi forma de pensar, sino que ha cambiado mi comportamiento. Hace unos años no sólo no me atrevía a decir que había cosas con las que no estaba de acuerdo o que iban en contra de mis valores personales, sino que además disimulaba que estaba conforme con lo establecido por esa persona. ¿Quién era yo para decir abiertamente que no estaba de acuerdo con algo o que un comportamiento iba en contra de todo aquello en lo que creía? ¿Quién era yo para dar la espalda a alguien por tener una opción diferente? No me metía (ni me meto) en las decisiones de los demás, allá ellos si hacían y hacen lo que sea. Pero a mí no me sentaba bien, creo que yo debería haber sido consecuente con mis valores y haber puesto tierra (de forma figurada) de por medio en cuanto sintiera que chocaba con mi propia escala y que verdaderamente me violentaba o me llevaba a situaciones en las que no quería estar como efecto colateral del comportamiento de esas personas. A veces pienso que lo hice porque todavía no encontraba el equilibrio entre esas cosas que para mí no son negociables y no quiero en mi vida, y mi sublimación de la libertad individual y el libre albedrío. Ahora, aunque alguien tenga una opinión diferente, me pregunto "¿Choca mucho con mis valores?". Normalmente, no. Pero si el tema no es negociable, hago mutis por el foro y desaparezco. Es mi forma de alejarme de personas que me parece que pueden traer toxicidad a mi vida.

domingo, 12 de abril de 2015

Terror

Estoy en casa, estoy sola. Mi bebé duerme en la cuna, en mi habitación. Un rostro conocido está en la casa conmigo, no sé cómo ha entrado pero está dentro. Me agarra y me fuerza, sobre todo a base de golpes. Estoy en el suelo. Mi bebé empieza a llorar, la oigo desde el pasillo. El rostro conocido, que ahora es el rostro del terror más puro del que nunca he tenido conciencia, entra en mi habitación, coge a mi niña y le pone una manaza entre la boquita y la nariz. Me levanto, le araño, le pego, le doy patadas. El tipo ni se inmuta, se ríe. Mi bebé se pone azul. Ya no respira. Se vuelve hacia mí, oliendo a ese hediondo sudor que recuerdo bien, con su sonrisa maltrecha. Lloro por mi bebé. Me obliga a besarle y siento sus dientes filosos y su lengua, intrusiva y desafiante. Repugnante. Me mira mientras se dispone a violarme, me golpea una y otra vez y me dice "Ahora ya no tienes nada que te impida no hacer lo que yo quiera".

Me despierto entre sollozos. Estoy sola en la cama, pero te oigo en el despacho, estás despierto. Respiro aliviada cuando noto que la bebé sigue en mi barriga, a salvo. Le doy un meneo suave a la tripa y se mueve. Por la ventana entra la luz del día. Me levanto y voy a la ducha. Entras en el baño y me saludas, extrañado porque habíamos quedado en levantarnos temprano para hacer recados, son más de las 10 y estabas ya pensando en ir a despertarme. Te cuento lo que he soñado, todavía medio en shock. Sacas al psicólogo a pasear un rato y no te lo impido. Me dices que no pasa nada, que nunca se sueña con personas a las que no conocemos y que probablemente tenga algún tipo de asociación violenta con esa persona, que yo estoy traduciendo como violencia física en mi sueño.

En la calle llueve, pero con el transcurrir de las horas el sol sale dentro y también fuera. Poco a poco, el terror se desvanece. Medito sobre significados. Creo que mi sueño habla de lo mucho que me ha costado liberarme de mi propia opresión y vivir la vida que yo quiero, todo el trabajo interno y externo que a diario tengo que hacer en este trabajo a tiempo completo que, como tú siempre dices, es ser feliz. No tiene nada que ver con caras específicas asociadas al terror o al control, sino con situaciones en las que una persona siente que puede perder mucho porque ya lo tiene todo. Soy afortunada siendo independiente y autosuficiente incluso en tiempos de crisis, al haber podido elegir con quién compartir mi vida y cuándo ser madre. Veo noticias de matrimonios concertados, de violencia doméstica y de personas en el paro, y me doy cuenta de que otras personas en el mundo no tienen esa suerte.

sábado, 11 de abril de 2015

Atenciones

Podría pensarse que a cualquiera le gusta que le hagan caso y que se preocupen por uno, y es cierto, nos sentimos queridos cuando eso pasa. El problema es cuando esa preocupación se vuelve insistente. Cuando las llamadas se suceden una tras otra, cuando los whatsapps, en lugar de ser una herramienta de comunicación se convierten en una herramienta de control que interrumpen la hora de la cena, la hora de la película, la hora del romanticismo o la hora de darse un baño relajante. Por eso hace muchos años que silencié mi WhatsApp y sólo lo miro de cuando en cuando a lo largo del día.

Está guay que se preocupen por mí y me lo hagan saber, pero no hay que montar un drama si no contesto en dos horas, o tres, u ocho. Menos aún cuando esa supuesta preocupación surge de que a otras personas les están metiendo presión para saber qué tal estoy. Pues cómo voy a estar, preñada hasta la boca. Lo que quiero hacer es dormir, comer y salir a dar paseos, no estar pendiente de la gente. Honestamente, no he pedido toda esa atención, he pedido que me dejen tranquila. Tampoco quiero ser una excusa para que alguien alimente su ego mediante la piedad ajena, porque por una vez sean el centro de atención a costa de cosas que me están sucediendo a mí, y que quiero vivir con la familia que he elegido tener, no con la vecina de la hija de la amiga de... a quien no conozco de nada. Y si preguntan a mi familia y no hay noticias que dar, pues no hay noticias que dar. ¿Qué más da?

Mi instinto me dice que tengo que estar tranquila, hacer las cosas a mi ritmo, disfrutar de los besos y las caricias, y de una vida apacible con mi Santo Varón y mi tripota. Nada me parecería más terrorífico ahora que atender visitas y sentirme mal por hacer perder el tiempo a personas si resulta que nuestra hija decide llegar algo más tarde. También me gustaría irme a dormir al sofá blandito, si resulta que en la cama no me puedo mover bien una noche, o tirarme a ver una peli a las 5 de la tarde sin dar explicaciones. Cosas que no puedo hacer con visitas pululando, por muy en mi casa que esté.

Creo que no es tan difícil entender que quiero vivir esta etapa de mi vida de la forma menos disruptiva posible. Me pregunto si es muy diferente la posición que estoy adoptando y la necesidad de no buscar esas atenciones de fuera de "la burbuja", con respecto a la actitud que tendría cualquier otra mamífera. Siempre he oído eso de "deja a la gata, que está buscando sitio para parir" o "no toques a los gatitos, deja que la gata los toque y los lama antes". Mi cachorrita y yo no somos muy diferentes, me parece. Mientras tanto, yo quiero tener tranquilidad e intimidad, incluso hoy el Santo Varón me decía que quería disfrutar de estos últimos días siendo sólo nosotros dos. Me parece tan normal... pero, ¿tan difícil es entenderlo?

miércoles, 8 de abril de 2015

Furtivamente

Ayer te levantaste enfermo, con la cara verde y las ojeras que te llegaban al suelo. Insististe en ir a trabajar, en hacer cosas, pero nada te salía a derechas. No fue un día bueno ayer para ti, y tampoco para mí. No pude rendir como me gusta, ni aprovechar el día escribiendo, ni hacer todas las cosas que tenía que hacer. Me llamaron cabezona por WhatsApp (ten familia para esto) por querer hacer las cosas como yo quiero, y lo reconozco: me sentó mal. Entonces llegaste. Fuera estaba nublado, encima te habías dado un golpe en la rodilla y cojeabas. Estuviste en el médico y, cuando volviste, te propuse ver una película juntos, sin que tuvieras que moverte para que reposaras. Luego pedimos pizza. Y de pronto, mientras caía el sol, yo sentí que amanecía. Me sentí mecida en tus brazos, en nuestro sofá, cubiertos de mantas hasta arriba. Mi día empezó a ser día en aquel momento.

Hoy ha amanecido soleado. Te has quedado en casa porque sigues enfermo y con la cara verde, morada y de todos los colores. No tengo ganas de hacer nada, tengo ganas de pasar el día contigo, aunque estés malo. Tengo ganas de decirte lo mucho que te quiero, como lo haría una amante que te escribe cartas de amor porque no se atreve a decírtelo a la cara. Tengo ganas de decirte que me haces feliz aunque no me hayas dejado dormir sonándote la nariz y dando vueltas en la cama, porque todo eso es secundario. Te quiero hasta echando el bofe por la boca. 

A veces me siento idiota por no darme cuenta de lo que tengo en mi casa más a menudo, por no darme cuenta de lo muchísimo que te quiero y de lo feliz que me haces. Me siento tonta por protestar por naderías cuando lo realmente importante está en nuestros corazones, en nuestra burbujita. Y soy más tonta aún. Heme aquí, escribiendo furtivamente sobre sentimientos cuando estás en la habitación de al lado, probablemente vegetando por culpa de la fiebre, vulnerable y sintiéndote pequeño. Creo que voy a ir a la habitación a darte un beso y regalarte una sonrisa. Basta de acciones furtivas. Lo necesitas y lo necesito.

miércoles, 1 de abril de 2015

Buenos días, Mr. Darcy

- ¿Pero el Sr. Darcy no es el del prejuicio? - me preguntas.
- No, es el orgullo - contesto.
- ¡Pero yo no soy orgulloso! - protestas.

Me río mucho, si bien me siento impelida a explicarte el porqué digo que estoy casada con el Sr. Darcy. Antes de que saques el orgullo y me mandes a paseo, aunque a mí me haga mucha gracia.

- El Sr. Darcy - explico - tiene una curiosa forma de demostrar su amor. Por ejemplo, le dice a Elizabeth que tiene una casa muy bonita justo antes de declarársele. Ya ves, qué romántico es el muchacho.
- Yo soy romántico - me dices.
- Sí, ¿sabes cuál es tu concepto de romanticismo, el cual encuentro absolutamente adorable aunque exasperante a ratos?
- ¿Cuál?
- Si por la mañana digo que necesito dormir 5 minutos más, investigas mi ruta al trabajo y te pasas una tarde entera decidiendo con qué ruta puedo ahorrarme 7 minutos. Y esa noche, justo cuando vuelvo del trabajo, me entregas el itinerario que necesito hacer para poder estar 5 minutos más en la cama y llegar 2 minutos antes a la oficina. Y me lo entregas con una sonrisa perfecta, una cara de cachorrillo enamorado y un "Toma, porque te quiero". Ése es tu concepto de romanticismo.

Te quedas pensando, digiriendo mis palabras mientras te lavas los dientes. A los diez segundos, sonríes y luego empiezas a reírte. Asientes. Sabes que es verdad.

- ¿Y por eso soy como el Sr. Darcy? - me preguntas, mientras me miras pícaramente.
- Sí, justamente por eso.
- Entonces te pareces a la protagonista - replicas, aunque no te has leído la novela pero eres tan inteligente que infieres que Lizzie es el prejuicio en la historia.
- ¿A Elizabeth? - murmuro - La verdad es que sí, un poco. Es así idealista como yo, y tiende a prejuzgar a la gente. Eso es lo que le pasa con el Sr. Darcy. Ella ve orgullo pero en realidad él es como una patata social.
- ¿Qué pasó con ellos al final de la novela? - tu cara refleja interés, casi puedo verte leyendo a Jane Austen.
- Que se casan.
- ¿Y son felices? - preguntas, justo antes de enjuagarte la boca.
- Mucho - te replico, y sonrío.
- Pues eso es todo lo que importa.

En fin, con qué naturalidad ves las cosas importantes en una situación. Qué envidia sana me das.


Abro la ventana

Hace calor y abro la ventana. Y aunque no llego al teclado, me pongo a escribir sabiendo que quizá sea lo último que haga antes de que cambie mi vida para siempre.

He abierto la ventana porque quiero que entre el aire fresco, el sonido de la calle, el ruido de unos niños que gritan en el patio. La ciudad se despereza después de la siesta, esa siesta que es deporte nacional y que ahora se toma para recuperar fuerzas en medio de días de devoción y juerga. Para mí debería haber siesta también, pero hoy me estoy consintiendo a base de cafeína, pues dentro de unos días no sé si sólo me daré ese gusto a base de descafeinados. Y no es lo mismo el con que el sin, como no es lo mismo dentro que fuera.

Así que no necesito siesta, pero necesito aprovechar el momento del impulso, de las letras. Y por eso me encierro, pero abro la ventana, para dejar paso al aire nuevo, a las nuevas situaciones, a la nueva vida.

domingo, 29 de marzo de 2015

Todos quieren mostrarte tu salvación

Sé vegetariano, es lo natural.

Cree en nuestro Señor X, el auténtico salvador.

Vota al partido X, que el resto son unos mierdas.

No, vota al partido Y, que los del partido X son unos corruptos.

Al final todo se reduce a necesidad de proselitizar. Qué empacho, joder. En una de éstas voy a "salvarme" corriendo en dirección contraria al mundo, donde no les vea la cara a ninguno. Si al final las creencias y las elecciones personales son como los genitales: todos tenemos y no resulta necesario dar con ellos encima de la mesa ni restregárselos a nadie por la cara.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Para mi cumpleaños quiero

Una tarta de mousse de limón.

El recuerdo de una fiesta de cumpleaños de la infancia.

Y un batido de fresa.

Ya está.


viernes, 20 de marzo de 2015

Un caramelo envuelto en papel dorado

Hoy está nublado pero eso no nubla mi ánimo. Tampoco los atentados terroristas. Ni Sálvame. Ni cualquier cosa otra mezquina y mediocre de este mundo.

Cada día es como un caramelo envuelto en papel dorado. Hoy he abierto el envoltorio de mi caramelo y me ha sabido dulce. Mi maestro divino, mi corazón, me ha enseñado algo nada más abrir los ojos. Por eso me inclino ante él. Hoy y todos los días.


martes, 17 de marzo de 2015

El mundo es de los valientes

Y llego allí, le veo con su bata blanca y su pinta de "yo lo sé todo". Le pregunto qué tal está, me dice que bien, que cómo estoy yo. Le digo que pesada. Me mira. Y no lo dice, pero sé lo que piensa. Pregunta: "¿Cuándo tiene usted la fecha prevista de parto?" y se lo digo. Me da el parte que tiene que darme, y me da una siguiente cita para dentro de dos semanas mientras se sonríe. Creo que piensa que no vamos a volver a vernos en esa siguiente consulta. Cuando voy a salir me suelta: "Ánimo, el mundo es de los valientes". Sonrío y salgo de su consulta.

Voy camino a casa y veo los cerezos, los ciruelos y los almendros florecidos. Pienso en que ha bajado la temperatura y ahí están, como valientes. Son los primeros en florecer y siento que florezco con ellos. El mundo es de los valientes, como es de esas florecillas aparentemente frágiles. Seré una flor frágil, pero seré igual de valiente.


jueves, 12 de marzo de 2015

Tus pies

Tienes los pies grandes, o al menos a mí me lo parecen. Me tocas con ellos cuando dormimos y a veces me quedo sorprendida por la forma de tus dedos gordos, porque no se parecen en nada a los míos. A veces te gusta acariciarme con ellos, y con las piernas, y con el cuerpo entero, y me envuelves en un abrazo cálido que huele a vida cotidiana. Me encanta el olor de tu vida cotidiana. Y afortunadamente no te huelen los pies.

Caminaste muchos kilómetros con esos pies antes de que nos encontráramos y, qué cosas, al final lo hicimos pese a que el camino estuvo a punto de dejarme sin conocerte. Los dos decimos que nos habría gustado hacer esto, aquello o lo otro, pero luego nos damos cuenta de que si no hubiera sido por donde nos llevaron nuestros pies probablemente nunca nos habríamos cruzado. No sé qué piensas, yo me habría perdido muchas risas provocadas por ti si mis pies me hubieran llevado por otra parte. Así que, me alegro de que tengas esos pies que te han llevado por tantos sitios, y que te siguen llevando, porque a día de hoy compartimos el camino. Yo con mis pies pequeños, tú con tus pies grandes.

martes, 10 de marzo de 2015

Tuve que aprender

Me preguntaron el otro día cómo llegué a encontrar al Santo Varón, que es tan bueno y tan maravilloso y con el que de momento me va tan bien, incluso casi ocho años después de haber empezado la relación. La respuesta es de pura casualidad, de chiripa, de suerte, pero que ya contaba con ciertas bases sobre las que quería partir. Le expliqué a mi interlocutora que igual que tuve que aprender qué era lo que quería de una relación, antes tuve que aprender lo que no quería. Pero eso no es algo que uno sepa por ciencia infusa. Cuando ignoras algo, también ignoras que lo ignoras. Así que necesitas de experiencia, si no, no hay nada que hacer. Eso se "arregla" mediante la vivencia, no hay otra manera.

Yo tuve que aprender que no quería un compañero que tuviera:
- Una personalidad agresiva (ya fuera en sus tonos, en sus modos o en su estilo comunicativo)
- Una adicción a sustancias estupefacientes
- Una necesidad imperiosa de llamar la atención que pudiera generar situaciones sociales incómodas para mí como su pareja (que chocaran con mi sentido del ridículo, por ejemplo)
- Tendencia a criticar a otras personas, tendencia a marujear, a "llevar y traer" y/o a manipular a otros. Si lo hacen con otras personas, lo van a hacer contigo
- Comportamientos extraños, como desaparecer a las dos de la madrugada porque les llama "su primo"
- Tendencia a las peleas para demostrar lo machito que se es
- Tendencia a creer que la pareja es el centro de todo en la vida, que todo se hace en pareja, con poca o nula actividad en solitario o de manera independiente
- Comportamientos delictivos o fraudulentos, aunque estén socialmente bien vistos (por ejemplo defraudar a Hacienda, realizar pequeños hurtos, aprovecharse de o robar bienes privados, defraudar al Seguro del coche...)
- Comportamientos controladores o dominantes

La conclusión que saco de esto es que no me gustan los malotes. Para que luego digan que a las mujeres nos gustan los tipos malos, pero como se ve no siempre es el caso.

jueves, 5 de marzo de 2015

Gravedad

Me llamas por teléfono porque necesitas a alguien cerca. A pesar de que vivimos a casi 1000 kms. Estamos separados por una extensión de tierra que va de mar a mar casi, y tú eres un mar de llanto. Te sientes como un satélite alrededor de una fuerza que te atrae de forma irrefrenable, pero no quieres continuar orbitando alrededor de ese planeta. Necesitas encontrar tu propio sol interior, me dices con tus propias palabras, y te comprendo por un segundo, para luego ser consciente de que no tengo ni idea de por lo que estás pasando exactamente.

En ese momento quiero abrazarte, sentir toda la lluvia de tus ojos y que nos bebamos a medias una botella de tinto a la salud de la fuerza de la gravedad. La conversación pasa al buen queso y al buen vino, y vuelves a ser el mismo de siempre, el chico alto y desgarbado, demasiado bueno para llorar tanto por un corazón roto. Por un planeta errante que genera gravedad suficiente como para atraer a soles como tú, cuando debería ser al revés.


Secretos

Me miras y te miro. Sabes perfectamente que hay algo que no te estoy diciendo. Hoy puede ser que estoy enamorada de ti, mañana, que estoy devastada por algún pequeño traspiés que he tenido en el día.

Me abrazas. Te das cuenta de todo, tú que te llamas a ti mismo patata social. Conoces todos mis gestos y te sabes de memoria todos mis botones. Y entonces empieza una lluvia de lágrimas, y el secreto deja de ser secreto. Te ríes porque suele ser un secreto ridículo de ésos que me pasan por la cabeza y no me atrevo a decir. No te importa, sólo te importa sonreírme y decirme que todo irá bien. Me siento comprendida y amada gracias a esas palabras. No me empujas a que te cuente nada, sabes que no es la forma en la que funciono. Sabes que simplemente necesito encontrar el momento para decir lo que estoy pensando con honestidad. Más allá de lo que puedo estar diciéndole a otras personas.

En este mundo cruel que nos empuja a decir cosas todo el tiempo, aunque estén vacías de significado, tú eres el único delante del cual quiero desnudarme por dentro.


miércoles, 4 de marzo de 2015

Pequeños lujos

Con mi barriga redonda y tan grande como un Huevo Kinder gigante, he decidido que el tiempo que me quede hasta dar a luz estaré disfrutando de un pequeño lujo diario. Porque yo lo valgo.

Hoy le ha tocado al hidromasaje de pies.

Bendita tecnología.

martes, 3 de marzo de 2015

Mamarrachos vacíos

"¿Has visto cómo te han mirado cuando has dicho eso? Estabas llamando la atención". "No te pongas tacones ni te pintes". "Estarías mejor si te hicieras una buena liposucción". "Está muy bien que sepas adaptarte a las nuevas conversaciones, incluso si te interrumpen". "Tu madre te abandonó, ésa es la verdad, no sé cómo sigues teniendo relación con ella". Son ejemplos de frases que me dijeron cuando era más joven. Todas ellas vienen de personas que alguna vez me dijeron "Te quiero", porque yo era su pareja o su interés romántico. ¿El objetivo? Es muy fácil: minar autoestimas y aislarte de tus seres queridos.

Superados todos los comentarios, sanadas todas las heridas, me encuentro con que ahora a alguien muy cercano le están haciendo la misma jugada. Podría decir lo mismo que ella, que la culpa es de las personas que aceptamos ese tipo de agresiones verbales. Pero no, hoy no es el día en el que creo que debamos asumir esa parte de la culpa, que si no ese tipo de mamarracho vacío y triste se acaba creyendo que tiene razón. Seamos claros: lo que sale de la raja del culo que algunos imbéciles tienen por boca es cosa suya.

viernes, 27 de febrero de 2015

Duermes en mi silla

Duermes en mi silla, en mi sofá y hasta en mi mesa. Con permiso de mi auténtica dueña, claro está, que se queda los mejores sitios de la casa. Ella sabe que tiene mi amor incondicional y que la respeto como la señora gata que es, pero para ti soy tu mamá.

Llevas casi cinco años con nosotros, viniste a casa para ser el gato de mi marido porque yo ya tenía una gata. Aunque, para qué vamos a engañarnos, Tormenta fue la que más agradeció que vinieras, con tus trastadas y tu cabezonería, con tu cara de no haber roto un plato y esa otra cara que pones, que parece que dice que todo te gusta y que eres muy feliz aquí.

Eres el primero en saludarnos por la mañana, respondes a tu nombre y hasta sales a la puerta cuando llaman al timbre. A lo mejor te equivocaste de raza al elegir la encarnación en esta vida, que diría un hindú. A lo mejor simplemente es que eres así. Así te quiero y te queremos, aunque mordisquees los cartones de leche para bebértelos, masques el plástico de las bolsas de patatas y robes el pan para jugar con él. Aunque a veces te riña y te diga eso de "Pero qué malo eres, Mograine". Sabes y sé que no eres malo, no tienes maldad, lo que pasa es que con cuatro años y medio sigues teniendo el mismo carácter de un gato de seis meses. Y aunque en ocasiones es un coñazo tener que reñirte, quitar de tu alcance todo lo susceptible de ser comido o robado o secuestrado por ti, poner orden cuando te peleas con Tormenta y esquivar tus cariños en los pies cuando quieres que te pongamos de comer (con los que cualquier día nos matas de un traspiés), te queremos mucho. Sobre todo te quiero cuando abro la terraza para regar las plantas y, aprovechando la puerta abierta, sales a cotillear. Me gusta mirarte mirar la calle como si fueras radio patio, muy atento, y siempre siempre siempre, cuando te digo "Mograine cariño, vamos dentro", obedeces sin rechistar. Me encanta cogerte en brazos como si fueras un bebé boca arriba mientras pones cara de "ay, qué cruz". Me encanta darte besos aunque tú lo odies y te vuelvas líquido en mi abrazo porque te agobio. Me fascina cuando me das topaditas con la pata en el brazo para que te haga caso. Me chifla que me dejes hacerte pedorretas en la barriga, porque cualquier otro gato ya me habría arrancado un ojo al hacerlo, mientras que tú, simplemente, me dejas y hasta me miras con cariño cuando lo hago.

Eres un minino muy especial, pequeño Alto Señor Darion Mograine.

jueves, 26 de febrero de 2015

Soy mía, eres tuyo/a, él/ella es de sí mismo/a

Hay un boom de sombras de Grey pero no es nuevo. Hace un par de años que una compañera de la oficina me habló del libro y decidí leérmelo, por curiosidad. Odié el libro desde la primera frase y no pude terminármelo. Lo dejé en cuanto leí una de las frases que el infame protagonista pronuncia, "eres mía", cuando estaba en la cama con su sumisa novia/amante en mitad del acto sexual. Leerla me puso los pelos de punta. Creo que no hay nada que me espeluzne más que creer que otra persona es de uno/a. Del coraje, cerré el pdf y lo mandé directamente a la papelera de reciclaje, mientras murmuraba algo así como "Qué clase de basura es ésta".

Soy mía, tú eres tuyo/a y él/ella es de sí mismo/a. Cuándo nos vamos a dar cuenta de que amar no significa poseer, de que no implica poseer. Cada corazón es de uno mismo y cada recodo del cerebro es de uno mismo. Si nos damos en una relación sana, damos lo que elegimos dar, y si no es suficiente para nosotros o para la otra parte de la relación, entonces creo que es el momento de hablarlo y llegar a un nuevo acuerdo. Pero esa relación literaria (y ahora cinematográfica) no es para nada así. Él elige y ella cree que elige porque el tipo la pone más caliente que el pico de una plancha. Elige con el clítoris y no con la cabeza, incluso dudo que realmente lo ame. Él se plantea como una cosa a su vez, una posesión para darse status y una misión imposible, un bebé al que hay que curar. Pero en realidad, puede mandar a su ricachón a mandar por culo en cualquier momento. No es tan difícil hacerlo, salvo que la anulación haya sido completa, como tristemente creo que es el caso.

Creo que tener una relación con una persona normal es más divertido que tenerla con el Sr. Obseso-Del-Control-Yo-Dirijo-Tu-Vida (o señoras equivalentes). Al menos sabes que nadie va a reñirte por no salir del trabajo a tu hora, o por tener amigos, o por decidir que te vas por tu cuenta un fin de semana. Si lo hace, puedes decirle que le mandarás un Whatsapp para que no se asuste, que llamarás y ya está. Y por supuesto, no lo haces porque tengas un contrato o porque te dé pena que el muchacho fuera maltratado en su infancia.

Comprendo que hay personas que optan por este tipo de relaciones porque son previsibles y estables, porque sabes que a x orden hay que aceptar x consecuencias (positivas o negativas, como si fueras un niño pequeño). Pero no entiendo por qué una pareja debe dar órdenes. Es una pareja (sentimental o de juegos), debería ser un igual incluso en el contexto del BDSM. Por eso no firmé el contrato literario de Grey, como muchas otras personas. No deja de ser maltrato psicológico, anulación y posesión entendidos como algo bueno.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Haz que llueva

Oigo mi propio corazón. Noto sus latidos fuertes, en mi cuello. A mi alrededor hay una tormenta, o quizá la tengo dentro y no me doy cuenta. Me da igual. Esa tormenta es la libertad total. La libertad para expresar lo que tenga dentro de la cabeza, o del corazón, o de los mismos intestinos si así lo deseo.

Mi corazón es un tambor chamánico. Late para hacer que llueva, para desencadenar la tormenta a la que tanto tiempo me negué a acceder. Es mucho más cómodo parecer zen, pero no lo soy y tengo que admitirlo. Por eso dejo que llueve, hago que llueva, como una danza de la lluvia dentro de mí que de pronto carga de electricidad el ambiente.

Bailo al son de mi tambor, bajo mi lluvia y, cada vez que lo consigo, celebro mi propia libertad a través de las figuradas gotas que se deslizan por mi piel desnuda. Me doy cuenta de que no nací para ser espectadora. Nací para bailar bajo esa lluvia que, cuando cae, acompaña el tum-tum de mi tambor interior. Y así, en un trance desenfrenado, celebro que elijo simplemente ser. Bajo la lluvia.

Un sol nada tímido

Un sol nada tímido se asoma por las rendijas de mi ventana. Es más de la hora en la que debería haberme levantado. Me cuesta hacerlo, pero lo hago, pensando en los sueños tan absurdos que he tenido durante la noche. Al levantarme me doy cuenta de que llevo un rato durmiendo en tu lado de la cama. Ya te has levantado.

Voy al baño y en cuanto acabo me acerco a saludarte. Estás trabajando en tu despacho. No hace mucho que te has levantado, todavía tienes el pelo revuelto. Me sonríes, nos damos los buenos días y un beso. El sol nada tímido ha desaparecido para mí, ahora tengo a mi sol delante, con su chándal y sus pantuflas de estar por casa, delante de un excel que pinta muy aburrido.

Así que decido que voy a hacerte el día un poco más fácil. Voy a la cocina, te hago un café y te lo llevo a tu cuarto junto con unas galletas de las que te encantan. Sonríes y das las gracias, y preguntas por lo que tengo puesto en la radio, un debate muy importante en el que los políticos hablan de naderías. Y que a mí me gusta escuchar porque es como un festival del humor.

A pesar de la voz alterada de los políticos, noto la calma en el ambiente mientras me tomo mis cereales con yogur. Acaricio mi ahora enorme barriga y pienso cuánto tiempo podremos vivir bajo este sol nada tímido, en estos días apacibles, en este paraíso prestado. Ojalá no acabe nunca.

lunes, 23 de febrero de 2015

Mujer en un mundo de gamers

Se abre el Team Speak y digo hola. Todo el mundo contesta, como siempre, como se hace con todos. Son simpáticos mis guildies, mis compañeros, mis hermanos de armas. Soy una más en el equipo, independientemente de lo que lleve entre las piernas. El día en el que la cago intento ser la primera en decirlo y voy siempre a dar el 100%, así que nadie me trata como si no supiera jugar.

Aunque siempre está el listo que se cree que ser mujer es una cuestión importante en términos de manejo de personajes en un MMORPG. Porque, según él, el cromosoma Y te da superioridad. Una cuestión importante para poder tratarte como si fueras imbécil. Es entonces cuando a una, casi siempre silente y atenta, se le cruzan los cables y dice eso de "Cállate y cumple tu función".

Casi siempre el resto del gremio contesta con una risa que confirma lo que ya sabemos: que no somos mujeres, sino que somos jugadores como el resto. Y se agradece.

lunes, 16 de febrero de 2015

Te quiero y no te poseo

Veo la alianza en tu mano derecha, yo la llevo en la izquierda. Cuestión de gustos, me digo siempre. A veces nos gusta chocarlas como si fueran una especie de hechizo de buena suerte, es lo bueno de que estén en manos opuestas. Esa alianza fue un trato que firmamos delante de una concejal hace cuatro años y pico, en el Ayuntamiento de la ciudad donde nos conocimos, la misma ciudad donde un día te quité los pantalones en respuesta a que me mordieras el cuello. Qué cosas las nuestras, qué locos estábamos y qué locos estamos.

Te quiero y me dices que me quieres, y lo veo en tus ojos y en tus gestos, pero nunca nos poseemos. Cada uno es de sí mismo y decide qué parte comparte con el otro. Sabes que a veces escribo aquí, y que escribo sobre ti, y que me gusta mucho escribir sobre ti, pero te dejo a ti el elegir cuándo leer lo que escribo. Sabes que escribo para mí, aunque escriba de ti. Sabes que, aunque te quiero, no te poseo. Sé que aunque me quieres, no me posees. Hemos llegado a ese delicado equilibrio (como esas balanzas que te gustan tanto) en el que una palabra basta para saber que el otro necesita un tiempo a solas. Normalmente una hora, o dos, o siete, pero al final del día siempre está nuestra cama, donde nos contamos nuestras cosas, o lo que nos queremos contar. Y no es necesario contarlo todo.

Gracias a ti he aprendido lo que significa querer. Querer, que no es ser un trozo de carne que se desea para alguien, sino una persona completa. Querer, que no es darse completamente al otro, sino elegir dar partes de ti mismo, mientras amas a todas y cada una de las partes que das. Qué gran lección de libertad me diste. Somos como caballos salvajes que decidieron no domarse mutuamente, sino que llegaron al acuerdo de respetar cada una de sus libertades, dentro del contexto de una relación monógama tradicional.

Y en gran parte gracias a que te quiero y no te poseo, y que me quieres y no me posees, es por lo que decidí estar en una relación monógama tradicional contigo. ¿Con quién mejor?

domingo, 25 de enero de 2015

Se vende personalidad plana

Tener niveles de confianza con las personas no es ser hipócrita, es defenderse de quien no conoces lo suficiente. Ese conocimiento se da con los años, con los diálogos, con la profundidad del que realmente quiere intercambiar, no ya diálogos vacíos en los que mostramos un "y yo más" o una superficialidad sin importancia, sino sentimientos y pensamientos de verdad, sentimientos y pensamientos que no caben en el corazón o en el pecho. Sentimientos o pensamientos realmente grandes. Encuentro que muy poca gente es capaz de llegar a ese nivel de entendimiento de sí mismo y por eso vive en el "y yo más" o en el "a mí no me ralles", y no quiere oír cómo otras personas se desnudan, las raras veces en las que desnudan su alma. Bien, entonces que nadie se queje de quien elija tener niveles de confianza para confiar (valga la redundancia) según qué pensamientos y sentimientos, porque ellos eligen ser planos y es más, se les aplaude.

A veces tengo la sensación de que este mundo es un lugar redondo lleno de gente plana. Y cuando advierten que no eres plano, que tienes capas o niveles, rápidamente te acusan de no ser auténtico. Tengo la sensación de que se enfadan con quienes decidimos llevar nuestros pensamientos más adentro de nosotros mismos. Es muy difícil llegar al centro de una cebolla entre capas y capas, a no ser que tengas un cuchillo. Para algunas personas es más fácil usar el cuchillo y hacer daño para entrever los pensamientos de alguien que no es tan plano como esperaban, sin darse cuenta de que, al hacer eso, se están alejando más del núcleo generador de esos pensamientos y sentimientos. Hacen ese daño al grito de "yo soy auténtico, no como tú", y te dan ganas de decir "yo soy auténtico, y complejo, y privado, porque créeme, no quieres ver todo lo que tengo dentro, podría hacerte daño, podría enseñarte hasta qué punto lo que haces me hace daño, y yo no quiero que veas eso de ti mismo".

Así pues, continuamos en este mundo redondo de personalidades planas, en el que ser "auténtico" (otra ilusión de muchos que no tienen el valor de realmente mirarse en el espejo) prima sobre el que elige ser privado y reservado, sobre el que elige sólo a unas pocas personas para confiar algunos de sus pensamientos más profundos.

Dejémosles vivir en la ilusión de las personalidades planas, de creer que saben todo de los demás, así creen que controlan a los pocos que elegimos ir a contracorriente porque no queremos que castren lo más íntimo que tenemos, por obra y gracia de una sociedad superficial: nuestro verdadero yo.

sábado, 24 de enero de 2015

Y decirle al mundo

Y decirle al mundo que no importa que mañana nos quedemos sin luz. Puedo seguir viendo con tus ojos, puedo ver el brillo de tu alma. Ésa es toda la luz que necesito en mitad de un apagón.

No somos perfectos, no somos almas gemelas. Somos diferentes y tenemos propósitos distintos, como un trompo y un cuchillo. No somos mitades de ninguna naranja ni de ningún limón, cada uno está completo en sí mismo. Pero siempre acabamos contándonos nuestras cosas, compartiendo nuestros mundos de alguna manera, comprendiéndonos a pesar de vivir a través de percepciones muy diferentes. Es ese entendimiento de lo diferente lo que nos hace que sigamos adelante, lo que hace que nos complementemos de alguna manera, lo que hace que una relación se base en la confianza y el respeto mutuo. Ninguno es superior al otro, somos dos personas caminando al mismo paso por el mismo camino, cada uno a su estilo, pero sobre todo respetándose mutuamente.

Tú me hiciste ver que era perfectamente imperfecta, que era hermosamente imperfecta. Me has ayudado a aceptarme, a saber quién soy, a reconciliarme con mi Yo más masculino y mi Yo más femenino. A volver a tener los viejos buenos modales que siempre me gustaron. A volver a ser esa chica vivaracha y con ganas de aprender que no se deja llevar por la corriente que siempre, en el fondo, fui. Me has enseñado que lo mejor no es tener un alma gemela que tenga todo lo que tú no tienes, sino tener un compañero al que poder mirar a los ojos sin miedo. Por el simple hecho de que te gusten sus ojos, especialmente cuando le brillan porque sonríe.

Quiero decirle al mundo que te encontré hace casi 8 años y que la vida me ha dado el regalo más enorme que pueda haberme dado gracias a tu presencia en ella. Hemos tenido que ir aprendiendo poco a poco cómo es el otro, con mucho cariño y mucha paciencia. Por eso te quiero y me haces feliz. Y te agradezco que sigas ahí, día tras día, contándome chistes estúpidos y metiéndome mano cuando crees que nadie se da cuenta. Riendo y llorando conmigo. Viendo películas y saliendo a perdernos juntos por el bosque en busca de un esquivo animal salvaje que sólo se deja ver a la hora del atardecer.

Y pensar que hace 8 años yo había dejado de creer en el amor...


miércoles, 21 de enero de 2015

Desconfía

Cuando una persona le sea infiel a su pareja y te dice que en realidad quiere estar contigo, desconfía.

Cuando te prometan el cielo y te digan que no volverá a pasar, si ya pasó una vez, desconfía.

Cuando alguien te diga que no es verdad eso de que no le pega a su pareja, desconfía.

Cuando veas a alguien robar y luego vaya diciendo que es muy honrado, desconfía.

Cuando alguien te cuente que se iba de putas/chaperos antes de conocerte a ti (porque tú eres maravilloso/a), desconfía.

Cuando alguien se mienta a sí mismo sobre situaciones en las que estabas delante, desconfía.

Cuando alguien te dice que se va a su casa pero sabes que ha ido a casa de un amigo y no te lo dice, desconfía.

Cuando alguien farde de su vida sexual sin apenas conocerte, desconfía.

Desconfía, sobre todo de ti, si has hecho cosas similares.

Y me dicen que es normal

Me dicen que es normal que no pueda dormir.

Me dicen que es normal soñar sueños extraños y tener pesadillas.

Que me lo digan cuando están viendo una visión como la que tuve yo anoche, en mitad de mi mundo onírico. Tan repugnante y triste como las lágrimas que provocó.

Ahora tengo miedo a dormir, y eso no es normal.

sábado, 10 de enero de 2015

Arriba y abajo

A veces estamos arriba y otras veces estamos abajo. A veces estamos dentro y otras estamos fuera, y esto depende del contexto. Una conversación puede ser interesante en un momento y volverse cansina dos horas más tarde. Especialmente si hay una persona que fuerza la conversación en esa dirección.

En ese momento la persona, para mí, pasa a ser poco interesante y pasa a estar fuera.

viernes, 2 de enero de 2015

Orden

Hay personas para las que el orden significa tener todo en su lugar. Un lugar para cada cosa, y cada cosa en su lugar. En ese sentido, yo soy más bien caótica, y dentro de mi aparente caos siempre hay un orden en el que encuentro lo que necesito.

El orden sin el que no podría vivir no es el de las cosas, sino el orden de las personas. El orden en el que el respeto prima y las necesidades de espacio de las personas son comprendidas. No es un lugar para cada cosa, es un lugar para cada persona y cada persona en su lugar. Empezando por las relaciones.

Claro que, en un mundo en el que llamamos amigo del alma a cualquiera que nos preste atención en facebook, este tipo de respeto se desdibuja. Creemos que tenemos derecho a irrumpir en las vidas ajenas, a ser honestos aunque duela, cuando ni el respeto ni la relación ha admitido ese tipo de comportamientos. Cuando todavía la relación se encuentra en el estadio del protocolo, en el que se es cortés y poco más. O bien nos lanzamos al peloteo desmesurado para ganarnos a las personas. Odio el peloteo con todas mis fuerzas, al menos con el sincero me veo con la excusa perfecta para mandarlo a tomar por culo.