martes, 10 de marzo de 2015

Tuve que aprender

Me preguntaron el otro día cómo llegué a encontrar al Santo Varón, que es tan bueno y tan maravilloso y con el que de momento me va tan bien, incluso casi ocho años después de haber empezado la relación. La respuesta es de pura casualidad, de chiripa, de suerte, pero que ya contaba con ciertas bases sobre las que quería partir. Le expliqué a mi interlocutora que igual que tuve que aprender qué era lo que quería de una relación, antes tuve que aprender lo que no quería. Pero eso no es algo que uno sepa por ciencia infusa. Cuando ignoras algo, también ignoras que lo ignoras. Así que necesitas de experiencia, si no, no hay nada que hacer. Eso se "arregla" mediante la vivencia, no hay otra manera.

Yo tuve que aprender que no quería un compañero que tuviera:
- Una personalidad agresiva (ya fuera en sus tonos, en sus modos o en su estilo comunicativo)
- Una adicción a sustancias estupefacientes
- Una necesidad imperiosa de llamar la atención que pudiera generar situaciones sociales incómodas para mí como su pareja (que chocaran con mi sentido del ridículo, por ejemplo)
- Tendencia a criticar a otras personas, tendencia a marujear, a "llevar y traer" y/o a manipular a otros. Si lo hacen con otras personas, lo van a hacer contigo
- Comportamientos extraños, como desaparecer a las dos de la madrugada porque les llama "su primo"
- Tendencia a las peleas para demostrar lo machito que se es
- Tendencia a creer que la pareja es el centro de todo en la vida, que todo se hace en pareja, con poca o nula actividad en solitario o de manera independiente
- Comportamientos delictivos o fraudulentos, aunque estén socialmente bien vistos (por ejemplo defraudar a Hacienda, realizar pequeños hurtos, aprovecharse de o robar bienes privados, defraudar al Seguro del coche...)
- Comportamientos controladores o dominantes

La conclusión que saco de esto es que no me gustan los malotes. Para que luego digan que a las mujeres nos gustan los tipos malos, pero como se ve no siempre es el caso.

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