lunes, 7 de agosto de 2017

Granada

Ay Granada, donde empuñé barrotes, los mismos de los que huía en una frenética huida hacia delante.

Lo vi nada más llegar y lo dije como Cassandra, cuando vaticiné muchos, muchos años en aquel lugar del que sabía que me iba a costar salir. Aquel lugar al que sabía que ir era un error garrafal por falta de oportunidades.

Ay Granada, donde aprendí a vivir en la soledad de mi cabeza, donde tuve que aparentar que mi vida era una fotografía de Instagram (cuando ni siquiera había Instagram) con los filtros ya incorporados y hacer por todos los medios que saliera bien para poner el hashtag #nofilter, por mandato de la dictadura de Facebook y de "los domingos se come aquí". Donde ahogué mis soledades de viernes en lo que tuviera a mano porque mi marido estaba demasiado ocupado trabajando para otros por una ganancia pírrica al trimestre. Siendo por dentro Amy Winehouse y teniendo que aparentar ser la reina Letizia. Donde tenía que ver a gente que no me interesaba en absoluto, sólo porque tenían un puestecito honorario en una Universidad de la que nunca había oído hablar. Y celebrar la Navidad también. Cuando yo quería estar celebrando la Navidad con mis padres y no con extraños.

Ay Granada, qué pena lo que hacen contigo. En mi cabeza te he dado mala fama, cuando la culpa no la tienes tú, sino la gente, de fuera o de dentro, que tras unos años fueran han ido a hacer de ti "algo grande" y ha acabado montando un cortijito donde vivir a costa de los explotados y los indefensos. Todos los que piensan que eres algo así como "La nueva China en España", donde la gente trabaja por tres duros porque con cincuenta euros, supuestamente, llenas un carro de la compra (MENTIRA). Pero eh, las tapas son gratis. (Inicio del sarcasmo) Wow, cuánto me he ahorrado con ello. Gracias, señores sabios que tienen interés en mano de obra barata de la provincia de Granada (Fin del sarcasmo).

Es una lástima que una ciudad tan bonita, con gente tan apañada y que ofrece tanta calidad de vida quede eclipsada por la mentalidad de explotación de unos cuantos, que han pensado que por estar en Granada se podía exprimir a la población, por aquello de que no hay empleo en la provincia.

miércoles, 2 de agosto de 2017

Aniquilar la felicidad

La felicidad me golpeó como en una canción de Florence Welch. Sin verla venir. La canícula se hizo sobre mí, con su aparente stand by. Y la placidez invadió cada día, cada cara, cada gesto.

Y yo, acostumbrada a que todo sea una lucha, por un momento, respiré. Descansé.

Entonces, me paré en un semáforo contigo y todo fue como esa luz en rojo que decía "párate". Párate y disfruta, párate y sonríe, párate y vive.

No pude. Y de repente me encontré conteniendo la respiración, como en una calma chicha.

Vivir en una guerra es lo que tiene, no estás acostumbrado más que a luchar. Aniquilas tus sentimientos, esperando algo más. Y tuve miedo de llegar a aniquilar mi felicidad.

Entonces te dije, "tengo miedo". Y me preguntaste de qué, y te dije que de ser feliz. De esta sensación tan perfecta, que no es la euforia de la alegría desmedida, sino la de la paz interior. No estoy acostumbrada a esto, pero podría hacerlo.

Espero no aniquilar mi felicidad antes de seguir viviendo la vida como en una canción de Florence Welch.

Ya llegará septiembre y, con ella, se irá la canícula.