miércoles, 25 de febrero de 2015

Un sol nada tímido

Un sol nada tímido se asoma por las rendijas de mi ventana. Es más de la hora en la que debería haberme levantado. Me cuesta hacerlo, pero lo hago, pensando en los sueños tan absurdos que he tenido durante la noche. Al levantarme me doy cuenta de que llevo un rato durmiendo en tu lado de la cama. Ya te has levantado.

Voy al baño y en cuanto acabo me acerco a saludarte. Estás trabajando en tu despacho. No hace mucho que te has levantado, todavía tienes el pelo revuelto. Me sonríes, nos damos los buenos días y un beso. El sol nada tímido ha desaparecido para mí, ahora tengo a mi sol delante, con su chándal y sus pantuflas de estar por casa, delante de un excel que pinta muy aburrido.

Así que decido que voy a hacerte el día un poco más fácil. Voy a la cocina, te hago un café y te lo llevo a tu cuarto junto con unas galletas de las que te encantan. Sonríes y das las gracias, y preguntas por lo que tengo puesto en la radio, un debate muy importante en el que los políticos hablan de naderías. Y que a mí me gusta escuchar porque es como un festival del humor.

A pesar de la voz alterada de los políticos, noto la calma en el ambiente mientras me tomo mis cereales con yogur. Acaricio mi ahora enorme barriga y pienso cuánto tiempo podremos vivir bajo este sol nada tímido, en estos días apacibles, en este paraíso prestado. Ojalá no acabe nunca.

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