miércoles, 25 de febrero de 2015

Haz que llueva

Oigo mi propio corazón. Noto sus latidos fuertes, en mi cuello. A mi alrededor hay una tormenta, o quizá la tengo dentro y no me doy cuenta. Me da igual. Esa tormenta es la libertad total. La libertad para expresar lo que tenga dentro de la cabeza, o del corazón, o de los mismos intestinos si así lo deseo.

Mi corazón es un tambor chamánico. Late para hacer que llueva, para desencadenar la tormenta a la que tanto tiempo me negué a acceder. Es mucho más cómodo parecer zen, pero no lo soy y tengo que admitirlo. Por eso dejo que llueve, hago que llueva, como una danza de la lluvia dentro de mí que de pronto carga de electricidad el ambiente.

Bailo al son de mi tambor, bajo mi lluvia y, cada vez que lo consigo, celebro mi propia libertad a través de las figuradas gotas que se deslizan por mi piel desnuda. Me doy cuenta de que no nací para ser espectadora. Nací para bailar bajo esa lluvia que, cuando cae, acompaña el tum-tum de mi tambor interior. Y así, en un trance desenfrenado, celebro que elijo simplemente ser. Bajo la lluvia.

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