sábado, 11 de abril de 2015

Atenciones

Podría pensarse que a cualquiera le gusta que le hagan caso y que se preocupen por uno, y es cierto, nos sentimos queridos cuando eso pasa. El problema es cuando esa preocupación se vuelve insistente. Cuando las llamadas se suceden una tras otra, cuando los whatsapps, en lugar de ser una herramienta de comunicación se convierten en una herramienta de control que interrumpen la hora de la cena, la hora de la película, la hora del romanticismo o la hora de darse un baño relajante. Por eso hace muchos años que silencié mi WhatsApp y sólo lo miro de cuando en cuando a lo largo del día.

Está guay que se preocupen por mí y me lo hagan saber, pero no hay que montar un drama si no contesto en dos horas, o tres, u ocho. Menos aún cuando esa supuesta preocupación surge de que a otras personas les están metiendo presión para saber qué tal estoy. Pues cómo voy a estar, preñada hasta la boca. Lo que quiero hacer es dormir, comer y salir a dar paseos, no estar pendiente de la gente. Honestamente, no he pedido toda esa atención, he pedido que me dejen tranquila. Tampoco quiero ser una excusa para que alguien alimente su ego mediante la piedad ajena, porque por una vez sean el centro de atención a costa de cosas que me están sucediendo a mí, y que quiero vivir con la familia que he elegido tener, no con la vecina de la hija de la amiga de... a quien no conozco de nada. Y si preguntan a mi familia y no hay noticias que dar, pues no hay noticias que dar. ¿Qué más da?

Mi instinto me dice que tengo que estar tranquila, hacer las cosas a mi ritmo, disfrutar de los besos y las caricias, y de una vida apacible con mi Santo Varón y mi tripota. Nada me parecería más terrorífico ahora que atender visitas y sentirme mal por hacer perder el tiempo a personas si resulta que nuestra hija decide llegar algo más tarde. También me gustaría irme a dormir al sofá blandito, si resulta que en la cama no me puedo mover bien una noche, o tirarme a ver una peli a las 5 de la tarde sin dar explicaciones. Cosas que no puedo hacer con visitas pululando, por muy en mi casa que esté.

Creo que no es tan difícil entender que quiero vivir esta etapa de mi vida de la forma menos disruptiva posible. Me pregunto si es muy diferente la posición que estoy adoptando y la necesidad de no buscar esas atenciones de fuera de "la burbuja", con respecto a la actitud que tendría cualquier otra mamífera. Siempre he oído eso de "deja a la gata, que está buscando sitio para parir" o "no toques a los gatitos, deja que la gata los toque y los lama antes". Mi cachorrita y yo no somos muy diferentes, me parece. Mientras tanto, yo quiero tener tranquilidad e intimidad, incluso hoy el Santo Varón me decía que quería disfrutar de estos últimos días siendo sólo nosotros dos. Me parece tan normal... pero, ¿tan difícil es entenderlo?

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