miércoles, 1 de abril de 2015

Abro la ventana

Hace calor y abro la ventana. Y aunque no llego al teclado, me pongo a escribir sabiendo que quizá sea lo último que haga antes de que cambie mi vida para siempre.

He abierto la ventana porque quiero que entre el aire fresco, el sonido de la calle, el ruido de unos niños que gritan en el patio. La ciudad se despereza después de la siesta, esa siesta que es deporte nacional y que ahora se toma para recuperar fuerzas en medio de días de devoción y juerga. Para mí debería haber siesta también, pero hoy me estoy consintiendo a base de cafeína, pues dentro de unos días no sé si sólo me daré ese gusto a base de descafeinados. Y no es lo mismo el con que el sin, como no es lo mismo dentro que fuera.

Así que no necesito siesta, pero necesito aprovechar el momento del impulso, de las letras. Y por eso me encierro, pero abro la ventana, para dejar paso al aire nuevo, a las nuevas situaciones, a la nueva vida.

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