domingo, 12 de abril de 2015

Terror

Estoy en casa, estoy sola. Mi bebé duerme en la cuna, en mi habitación. Un rostro conocido está en la casa conmigo, no sé cómo ha entrado pero está dentro. Me agarra y me fuerza, sobre todo a base de golpes. Estoy en el suelo. Mi bebé empieza a llorar, la oigo desde el pasillo. El rostro conocido, que ahora es el rostro del terror más puro del que nunca he tenido conciencia, entra en mi habitación, coge a mi niña y le pone una manaza entre la boquita y la nariz. Me levanto, le araño, le pego, le doy patadas. El tipo ni se inmuta, se ríe. Mi bebé se pone azul. Ya no respira. Se vuelve hacia mí, oliendo a ese hediondo sudor que recuerdo bien, con su sonrisa maltrecha. Lloro por mi bebé. Me obliga a besarle y siento sus dientes filosos y su lengua, intrusiva y desafiante. Repugnante. Me mira mientras se dispone a violarme, me golpea una y otra vez y me dice "Ahora ya no tienes nada que te impida no hacer lo que yo quiera".

Me despierto entre sollozos. Estoy sola en la cama, pero te oigo en el despacho, estás despierto. Respiro aliviada cuando noto que la bebé sigue en mi barriga, a salvo. Le doy un meneo suave a la tripa y se mueve. Por la ventana entra la luz del día. Me levanto y voy a la ducha. Entras en el baño y me saludas, extrañado porque habíamos quedado en levantarnos temprano para hacer recados, son más de las 10 y estabas ya pensando en ir a despertarme. Te cuento lo que he soñado, todavía medio en shock. Sacas al psicólogo a pasear un rato y no te lo impido. Me dices que no pasa nada, que nunca se sueña con personas a las que no conocemos y que probablemente tenga algún tipo de asociación violenta con esa persona, que yo estoy traduciendo como violencia física en mi sueño.

En la calle llueve, pero con el transcurrir de las horas el sol sale dentro y también fuera. Poco a poco, el terror se desvanece. Medito sobre significados. Creo que mi sueño habla de lo mucho que me ha costado liberarme de mi propia opresión y vivir la vida que yo quiero, todo el trabajo interno y externo que a diario tengo que hacer en este trabajo a tiempo completo que, como tú siempre dices, es ser feliz. No tiene nada que ver con caras específicas asociadas al terror o al control, sino con situaciones en las que una persona siente que puede perder mucho porque ya lo tiene todo. Soy afortunada siendo independiente y autosuficiente incluso en tiempos de crisis, al haber podido elegir con quién compartir mi vida y cuándo ser madre. Veo noticias de matrimonios concertados, de violencia doméstica y de personas en el paro, y me doy cuenta de que otras personas en el mundo no tienen esa suerte.

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