lunes, 7 de julio de 2014

Midas

Dices que convierto en oro todo lo que toco porque pongo el corazón en todo lo que hago, pero no quiero ser como el Rey Midas. Aparte de que la afirmación no es cierta, sobre todo, no quiero que sea así contigo. Tu cuerpo es de carne y sangre, de vísceras y huesos, de pensamientos y emociones, pero parece de mármol blanco, me recuerda al David, ilustre inquilino de la Galería de la Academia. Insistes en que tienes defectos. Lo siento, te digo, eso no lo veo al contemplar extasiada la perfección de tus proporciones. Ya eres perfecto, ya eres maravilloso, por dentro y por fuera. No necesitas convertirte en oro porque ya eres una joya. Y te quiero.


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