viernes, 17 de junio de 2016

Las dos caras de los anticonceptivos hormonales

Tuve una trombosis hace unos años, con 27 años para ser más exactos, debido al uso durante sólo 3 años de anticonceptivos hormonales combinados. Por supuesto, antes de pedir que me recetaran la píldora, quizá debería haber pedido que me hubieran hecho un estudio de trombofilias, por descartar algo tan habitual en personas que tienden a las mismas cuando toman este tipo de medicación. Pero nadie me lo hizo, nadie me lo pidió, nadie lo preguntó y, la verdad, no tuve suficiente información. A día de hoy y con mis antecedentes, no volvería a tomar la píldora, me negaría, si hubiera sabido todos los riesgos que conlleva para mí. Por supuesto, hay muchas mujeres a las que les sienta genial, y olé por ellas, pero me gustaría que hubiera un poco más de conciencia social a este respecto. Las píldoras anticonceptivas NO son caramelos. NO deben recetarse a todo el mundo. NO han de darse sin un estudio pormenorizado previo de las pacientes, y menos sin hacer saber a la gente todos los riesgos que tienen. No somos conscientes de los riesgos a los que nos enfrentamos, por sólo echar un kiki ocasional sin plastiquito de por medio. No sé si ahora se hace de forma diferente, puesto que yo dejé la píldora hace ya bastantes años, pero hace tiempo, al menos, la rutina era no advertir de nada. Es más, ¡se animaba a las mujeres jóvenes a tomarlas! Existía cierto grado de presión social, incluso fuera de los ámbitos sanitarios. De hecho, ha sido fuera del ámbito sanitario donde se ha hecho más presión por la toma de la píldora y su normalización.

Yo me preguntaba por qué ese súbito interés de la sociedad. Al principio creí que eran los lobbies farmacéuticos. Luego llegué a otras conclusiones (aunque algunos dirán que no he descubierto América). La píldora ha hecho mucho por la liberación de la mujer, o es lo que se suele decir. ¿En serio? ¿Liberación? ¿Desde cuándo el periodo menstrual es algo limitante? No siempre lo es. Hay grados graves de dismenorrea, pero la mayor parte de las mujeres se alivian con un analgésico. A día de hoy, soy más partidaria de decir que los analgésicos han hecho mucho más por la liberación de la mujer que la píldora. También los tampones y las copas menstruales. Una de las "ventajas" que me dijeron que tenía la píldora era que sabías cuándo te venía la regla. Seamos sinceros: una mujer sabe cuándo le va a venir la regla si está atenta a su cuerpo. Y no hay que ser ingeniera aeronáutica para ello.

Por otro lado, esa "liberación" que nos planteó el feminismo de los 70, el que propugnaba la píldora, está obsoleta a todos los niveles, o eso creo yo. ¿Para qué va a tomar una mujer una sustancia potencialmente peligrosa, sólo para no quedarse embarazada? Para ser más productiva en el sistema, pudiendo hacer posible la bajada generalizada de sueldo, porque al aumentar la cantidad de personas (hombres y mujeres) que se dio durante la incorporación masiva de la mujer al trabajo, se pueden ofrecer sueldos infinitamente más bajos. La limitación de la maternidad hacía posible la dedicación casi exclusiva al trabajo. Bienvenidos a la nueva era de la esclavitud.

Los nuevos movimientos feministas contemplan que la menstruación y la ovulación no tienen por qué ser controladas, ni domadas, ni de alguna manera inhibidas mediante la farmacología. Me gusta el hecho de que se plantee el derecho de la mujer a conocer su propio cuerpo en su estado natural. También se plantea la similitud entre sentimientos/mujer/naturaleza, que hace que durante tanto tiempo el ser femenino sea considerado algo irracional y por tanto incontrolable. No es incontrolable, al igual que los sentimientos no nacen del corazón sino que nacen del mismo sitio de donde nacen los pensamientos: el cerebro. Pero, de alguna manera, se ha hecho pensar a la mujer que debía controlar esa parte de sí misma que estaba oculta, que estaba asociada a la fertilidad y a la procreación y, por ende, era misteriosa y, de algún modo, peligrosa.

Al final todo trata de una lucha de clases, de una lucha de poder o de una lucha ideológica. Y, muchas veces, de todo a la vez.

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