domingo, 26 de junio de 2016

Hola

Hola, hijo:

Supongo que nunca leerás esto. Pero, de todas formas, quisiera escribírtelo por si en algún momento, dentro de muchos años, lo haces.

Llegaste a nuestra vida tan de sopetón que quizá no supe manejar el hecho de estar embarazada de nuevo. Durante mucho tiempo me pareció extraño volver a albergar vida, cuando hacía tan poco que me había estrenado como madre. También tuve muchas veces la sensación de que tu llegada era contraria a voces que se empeñaban en que no volviera a ser mamá.

Pero hiciste acto de presencia. Nada te importó ni te detuvo. Ni mis jornadas de trabajo maratonianas, ni las necesidades de tu hermana (que es una bebé de altísima demanda y que ahora mismo, con catorce meses, tiene una mamitis tremenda), ni el proyecto laboral de tu papá. Me hiciste pasar un primer trimestre casi sin síntomas, para que no me pudiera quejar (y te lo agradezco muchísimo, créeme), un segundo trimestre muy bueno y un tercero infinitamente mejor que en mi anterior embarazo. Puede que esté en peor forma física, pero afronto tu parto con mucha ilusión.

Pero ahora me dice la doctora que tienes mucho sitio en mi útero y que, aunque ya es hora de que te des la vuelta, estás tomándote un daikiri y haciéndote largos en mi barriga. No te culpo: yo estaría igual, sobre todo con estos calores. Has pasado de cefálica a podálica, de ahí a transversa y ahora estás en una posición vertical que no soy capaz de discriminar, aunque creo que quizá estés de nalgas. Créeme si te digo que a estas alturas no sé qué es tu cabeza y qué tu trasero. En la última foto estabas atravesado (ya no), lo que me casi garantizaba una bonita cesárea, siempre y cuando los médicos no consiguieran colocarte desde fuera.

Después de todo lo que hemos pasado juntos, he decidido que voy a tomarme tu indecisión para colocarte en cefálica como una señal de que necesito seguir conectando contigo, porque quizá haya estado muy poco atenta a que volvía a estar embarazada, y de que ese embarazo en realidad era mucho más porque eras tú. Así que aquí estoy, Ulises, escribiéndote esta carta, esperando que surta efecto y te pongas en posición cefálica de una buena vez. O de nalgas. Pero por favor, que te pueda parir, cielo, que parir es muy fácil y una cesárea es un verdadero coñazo. Que no es porque lo sepa por experiencia (no lo sé), pero no hay que ser muy listo para darse cuenta de que es un rollo que te rajen.

Hagamos esto juntos, como un equipo, ¿vale? Ponte de cabeza, tesoro. Mamá te está esperando.

Te quiero, hijo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario