domingo, 5 de junio de 2016

Consumir desde la cuna

Me enamoré de la crianza con apego, del parto natural, de la lactancia y de la maternidad instintiva hace muchos años, aunque sólo haga uno desde que soy madre. En estos 13 meses que llevo siendo mamá, y ahora esperando otro bebé, me he dado cuenta de la cantidad de cosas inútiles que se almacenan o se compran, a veces con buena intención, otras por aparentar.

Mi primera experiencia al respecto fue con los juguetes. El dichoso discurso de "hay que estimular a los niños" lleva a extremos a la gente, como el de decirnos que teníamos que empezar a comprar juguetes a los 2 meses de vida de la niña. Lo hicimos más bien por no escuchar a la gente (el Cuñadismo patrio lleva a límites insospechados los encendidos argumentos de los Licenciados en Opinología), para después comprobar, divertidos, que el juguete más estimulante para nuestro bebé era una botella vacía de cocacola con granos de arroz dentro, a modo de sonajero improvisado.

Otra de las experiencias fue con el carrito, un trío de 1200 euros que nos compraron los abuelos paternos (es que era de marca fashion, o sssea) y que nos cabe en el coche con dificultades. A día de hoy y desde su nacimiento, la niña ODIA el carrito en todas sus formas. Con el capazo lloraba como si le estuvieran pegando una paliza, con la sillita pide que la cojamos y con el grupo 0+, en el coche, es hasta peligroso de lo que berrea. Al final, la mejor solución ha resultado ser un portabebés ergonómico que compramos de ocasión por 50 euros. Manda huevos la cosa.

Más experiencias: las papillas. Nuestra hija metía las manos en nuestros platos de comida con 5 meses, y decía que después de probar los boquerones fritos (que se comía hasta sin dientes) iba a comerse un insulso potito Rita la Cantaora. Ahí tenemos todavía un bote entero de papilla de cereales, sin abrir, esperando a que nazca el segundo... a ver si a él le gusta. Nos da muchísima pena tirarlo estando cerrado herméticamente.

Los niños son muy felices con poco. Les bastan papá y mamá cerca, una caricia, una teta, un abrazo. Saben distinguir lo importante de lo poco importante. Ellos no conocen lo que es consumir, o la aparente necesidad de tener un cochecito de tal marca que cuesta 1200 euros (o sea, ¿no?). Decía Carlos González que tenemos niños del Paleolítico, y es cierto: los bebés no han evolucionado, la especie es prácticamente igual que hace 50000 años. La lactancia, la crianza y muchas otras cosas funcionan de la misma manera, pero les hemos añadido un halo de consumismo.

Un ejemplo de esto son las "galletas especiales para bebés". He hablado con mamás y papás que dan esas galletas, con el argumento de "es que las galletas para adultos no son buenas", pero luego las veo en el súper y cuando leo la etiqueta me quedo flipando de la cantidad de azúcar añadida que tienen las galletas de marras. ¿Realmente necesita un páncreas tan nuevecito semejante cantidad de azúcar? ¿Para eso, no es mejor hacer unas galletas en casa, o incluso comprar galletas sanas para toda la familia y dejarnos de tonterías?

Me faltan apenas dos meses para salir de cuentas y me estoy pensando muchísimo qué necesito realmente comprar para el nacimiento de mi segundo hijo. El papá y yo estamos pensando muy seriamente en vender el cochecito trío de 1200 euros, aunque le saquemos 400, y con eso comprar un portabebés evolutivo por valor de 150 y una sillita tipo paraguas por 70. Y nos sobra para comprarle una cama pequeña en Ikea a la mayor.

Porque mi experiencia dice que los niños no necesitan tanto... somos los adultos los que lo necesitamos. Creo que iré dejando, con mi hijo, que él vaya marcando el ritmo antes de tirar la casa por la ventana con las compras.

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