domingo, 29 de junio de 2014

Oportunidades

Perseguimos un sueño y nos lanzamos a la deriva, yo detrás de ti y tú detrás de mí, los dos a la vez, porque poco importa quién vaya primero. Tú no querías salir a ninguna parte, yo quería comerme el mundo, y así, como siempre, nos equilibramos entre nosotros mismos como suele pasar en nuestro peculiar sistema.

Han pasado varios años desde que dimos el paso. Y juntos y a la vez cada uno por su lado, hemos caminado nuestros senderos. Tú has encontrado una profesión, yo he encontrado una vocación. Fueron lujos que no nos pudimos permitir cuando éramos "jóvenes", y qué tontos fuimos al creernos más mayores de lo que en realidad éramos, si en realidad ambos siempre quisimos seguir soñando y aprendiendo y para eso nunca se es mayor. Pero aquí estamos. Han pasado cuatro años desde aquel paso y hemos sobrevivido. No. Hemos remontado, hemos aprendido, hemos madurado y sobre todo hemos estado siempre juntos. Ha habido momentos duros. Si cierro los ojos todavía me acuerdo del día de la elección más difícil de nuestras vidas: una bandeja de filetes o un paquete de arroz, leche y huevos. Todo eso también pasó y está ahí para darnos cuenta de que lo que perdimos, en realidad, nos sirvió para ganar.

De todo se extrae una enseñanza y hoy tenemos por delante el más hermoso y brillante de los futuros. Somos afortunados, compañero. Esa suerte que nos ampara porque nosotros nos la buscamos. Quiero que estés muy orgulloso de lo que has hecho, del tremendo esfuerzo que hemos realizado juntos en los últimos años, porque es para estarlo. Quiero que recuerdes con cariño las noches en vela, porque yo siempre recordaré hacerte café y darte ánimos cuando todo parecía ir cuesta arriba, igual que yo recordaré con cariño mi primera oportunidad de verdad en esta jungla de leds desacompasados, y cómo estuviste ahí para tranquilizarme y recordarme que, pasara lo que pasara, siempre caería de pie.

Cuando todo esto pase nos iremos de vacaciones de verdad en siete años, por las oportunidades que no desaprovechamos. Por nosotros. Seguiremos soñando y creando, porque nada es comparable a saberte merecedor de tus sueños.

Como la falsa moneda

Ay de esas noches embriagados de sudor, de almizcle y de deseo. Ay de los secretos que guardé, de las fantasías que nunca conté fuera de nuestro reducto de cuatro esquinas, de la vida que puse a merced de un desconocido al que creía conocer. Ay de las falsas monedas que saborearon la ilusoria felicidad de la libertad en una cárcel del pensamiento.

Esta falsa moneda ha encontrado su propio reducto de cuatro esquinas, ha contado todos sus secretos y ha puesto su vida a merced de un desconocido al que cree que conoce sólo a ratos. Los otros ratos deja que la sorprendan y le gusta que sea así. Esta falsa moneda ha dejado de ir de mano en mano, hace mucho tiempo que dejó de hacerlo, ha dejado de ser falsa moneda para ser sencillamente mujer. Brilla al sol sin dejar de embriagarse de sudor, de almizcle y de deseo. Siente y vive, y se alimenta del verde de tus ojos.

sábado, 28 de junio de 2014

Desnuda el alma

Vestido el cuerpo, mas desnuda por dentro, la vida sigue, el tiempo pasa, me embriaga el fluir de mis propios pensamientos. Se llenan de manzanas fragantes y de seres que reptan, de ésos que para mí tienen más valor que los habitantes del cielo con sus cientos de trompetas y sus ejércitos de llamas.

Desnuda el alma, encuentro bolsillos en los que meter trocitos de esos pensamientos, que pesan como piedras en el río de mi propio discurrir. Me sumerjo en el río y sólo oigo el latir de mi propio corazón. No hay pájaros que salgan en esta tarde de verano, demasiado calurosa para jugar al sol. Oscuridad interior en plena estación de la luz. Sólo quiero escuchar ese corazón latiendo y ese río interior que suena, disfrutando el momento en el que agua se desborda y los pensamientos pesan, y me hundo, me hundo en esa sensación de ser mente, en esa sensación de escuchar el río de mi cabeza cantando y mi corazón batiendo como un bodhrán que repiquetea.

Oscuro mi interior donde discurre el río de los sueños.

viernes, 27 de junio de 2014

91

Pensé que quería una vida para ser vivida y no para observarla como el que contempla un programa de televisión, y así lo hice. Y así te lo dije esta mañana, hablando de naderías, dos conocidas que se llaman mutuamente guapa, una en la posición ahora de la otra.

A veces uno pierde pie pero en realidad es para echar a volar. Da vértigo, ya lo sé. Debe dárselo también al pollo cuando sale del nido para convertirse en pájaro. La libertad es un regalo y tiene un precio, "¿quién es el cordero y quién el cuchillo?", que dice la canción. Es difícil, ya lo sé, y doloroso. Pero cuando te acostumbras es la droga más sublime, la de poder continuar por tu camino bajo tu propia responsabilidad, la de poder centrarte en ser feliz porque es de lo que se trata todo esto.

Me sonríes con tu sonrisa perfecta, enmarcada en un rubio perfecto. Eres demasiado hermosa para vivir triste, pienso, sólo que todavía no te has dado cuenta, aunque me alegra que por fin te hayas percatado de que puedes dar carpetazo a todo lo que te asusta. Es un comienzo que te sepas poseedora de un futuro tan prometedor y dorado como los bucles que te adornan. No eres mi amiga, y sin embargo me regocijo en tu descubrimiento, me enorgullece y me hace sonreír. Chapurreas algo en español y vuelvo a mi mesa, con una boca que se enjoya de dientes más de lo habitual. Me has alegrado el día.

jueves, 26 de junio de 2014

No voy a salvar el mundo

Ese sol... ese sol que se me esconde entre nubes y entre edificios. Ese sol hoy acaricia mi piel mientras camino, demasiado cansada para acompañar mis pasos con música siquiera.

Mis bailarinas blancas se deslizan por el asfalto, un señor mayor en un coche de joven decide que no va a parar en un paso de cebra y me detengo, consciente de mi propia vida por un momento. Es extraño que seamos conscientes de nuestra vida un momento para luego olvidar lo importante que es el resto del tiempo. Interesante cómo un coche a toda velocidad nos resulte peligroso, mientras que un estado de estrés constante no nos parezca una amenaza.

Ironías de la vida, porque hay cosas que nos matan lentamente como esa sensación de estrés, la comida basura, el tabaco y mil y una cosas más. Que de algo hay que morir, pues claro. Pero no de tristeza, o estrés, o culpabilidad. Morir de alegría, o de diversión, o de cariño, morir sabiendo que has vivido, eso es lo que me importa.

No voy a salvar el mundo con cinco minutos más. El correo electrónico puede esperar, así que salgo hacia ese sol que hoy ha salido a decirme hola, al paso de cebra que espera pacientemente a que un día lo repinten, al señor mayor del coche de joven y hacia el hogar, donde puede que no salve el mundo pero seguro que yo encontraré mi propia salvación.

martes, 24 de junio de 2014

Acrónimos placenteros

Era pequeña, tendría 5 ó 6 años. Creo que 5, de hecho. Era mi fiesta de cumpleaños y mi prima vino a casa a jugar y a comer tarta. Yo tenía un juego de médicos porque quería ser pediatra de mayor, y mientras me entretenía jugando yo sola, mi prima, que momentáneamente tuvo otras inquietudes y abandonó el juego, se fue a curiosear una goma que había por allí por casa. La goma era alargada, como si fuera un lápiz, y llevaba un capuchón de plástico duro y transparente con purpurina para protegerla.

En aquel momento, mientras veía a mi prima curiosear la purpurina del plástico protector y mirar las formas que dejaban los pequeños puntitos brillantes, tuve una sensación placentera en la cabeza que ahora sé que tiene nombre y se llama ASMR (en inglés) o RSMA en español, es decir "Respuesta sensorial meridiana autónoma". El nombre ni siquiera es oficial, es un nombre que le han puesto quienes lo sienten.

Mi prima seguía mirando la goma y una yo muy diminuta disfrutaba pensando "¡no dejes de tocar la goma! ¡Sigue mirándola! ¡Sigue curioseándola!". La sensación era muy diferente a lo que mi yo infantil había experimentado hasta ese momento: era un cosquilleo placentero, que me recorría desde la coronilla hasta prácticamente los brazos, seguido de una sensación de paz y tranquilidad absolutas. Mi prima continuaba absorta y yo, con mi jeringuilla de juguete en la mano, más absorta todavía.

Cuando acabó mi fiesta de cumpleaños se lo conté a mi madre. Me dijo que eran los celos, que me había puesto celosa de que mi prima estuviera tocando mis cosas. A día de hoy no sé qué tiene que ver tener una respuesta fisiológica bastante evidente (para mí) con estar celoso, pero yo era una niña y mi madre lo sabía todo, así que acepté la explicación y desde entonces fueron los "celitos de la cabeza". Así que cuando alguien tocaba mis cosas, sólo a veces, volvía a sentir el RSMA y sencillamente me dislocaba.

Con los años volví a compartir lo que sentía, pues no lo hice antes debido a la explicación de que eran "celos", y claro, sentir celos está mal visto así que tener sensaciones placenteras a partir de sentir celos es una cosa muy fea. Compartí la sensación con amigos, con amigas, con novios, con abuelas y nadie sentía lo mismo. Mi abuela me dijo un día que a ella le daba mucho gusto que le tocaran la cabeza en la peluquería, y me consta que la mujer se esforzó en entender qué era lo que yo experimentaba, pero la sensación no se parece en absoluto. El RSMA no es una caricia, ni el "gustito" de un masaje. Es algo mucho mejor y, curiosamente, se da en situaciones bastante más normales y corrientes que dándote un masaje.

Es muy difícil explicar lo que es. Es como si se te erizaran todos los pelos de la cabeza, luego los del cogote, hasta irradiar prácticamente a los brazos. El sentimiento es tan relajante que por un momento te dan ganas de ponerte a babear. A veces dura segundos, otras veces horas. Y no es voluntario, es decir, yo no puedo ahora simplemente "decidir" que voy a tener RSMA, sino que debe haber algo que me lo dispare.

Por lo visto los disparadores del RSMA son muy variados: desde ver a personas realizar tareas repetitivas, hasta que te hablen en susurros, pasando por ver a gente observar o curiosear objetos con mucho detalle, que es uno de mis disparadores más comunes como ya habréis adivinado después de narrar cómo mi prima observaba mi goma, la tomaba en sus manos y jugueteaba con ella. He llegado a experimentar RSMA comprando libros porque mi amiga me estaba hablando bajito en mitad de la librería, viendo a alguien hacer una manicura o doblar ropa con cuidado, hablando con personas con una voz que no sé qué tiene pero tiene algo que me lo dispara (normalmente voces profundas de habla pausada), viendo a alguien toquetear y jugar con un objeto mientras hablaba, e incluso mi última experiencia fue porque mi jefe, en mitad de una reunión, cogió mi teléfono móvil y se puso a curiosearlo con cuidado y a compararlo con el suyo. Como veis cosas que pueden pasar en cualquier contexto y que son totalmente cotidianas. El recuerdo de estas situaciones, si es muy reciente, también puede disparármelo. Cuando pasa me encanta y no quiero que pare, obviamente, porque la situación es muy relajante.

Se lo compara con la sinestesia en cuanto a que hasta hace poco se la consideraba una leyenda urbana (que se lo digan al que la boca le sabe a chorizo cada vez que alguien le dice "café"), y de hecho se cree que puede estar ligado a la sinestesia. Se cree que sólo el 0,1% de la población actual ha experimentado RSMA, aunque gracias a la comunidad parece que nos estamos empezando a encontrar. Ahora mismo sólo conozco, además de mí, a dos personas que pueden sentir esto. Con esto os explicaréis por qué es tan difícil que la gente entienda eso de que tenemos "gustito en la cabeza", porque en realidad muy poca gente lo siente o lo ha sentido. Debido a esto y a que no es una razón por la que asustarse (de momento), no se ha investigado en el RSMA. Por tanto, no se sabe si todo el mundo puede tenerlo, si por el contrario sólo unos pocos disfrutamos de la "experiencia", o si es indicativo de alguna patología. En el futuro, la ciencia dirá.

domingo, 22 de junio de 2014

Tremenda suerte

Íbamos en el coche y me decías que algunos gurús dicen que la felicidad llega, sin más. Me decías que no estabas de acuerdo. Me decías que creías que la felicidad es algo en lo que uno trabaja activamente, que es un trabajo a tiempo completo, que es una cosa en la que uno tiene que aplicarse.

Llevo digiriendo tus palabras varios días. Como me pasó con aquella otra conversación que tuvimos, la del sentido de la vida. Me gustan nuestras conversaciones y lo trascendental que te pones cuando quieres. Y pensar que siempre me dices que eres más mental que otra cosa, pero yo creo que tienes mucho de espiritual, más de lo que te gusta admitir. O quizá es que tras siete años juntos se te ha pegado un poco lo místico. Es como cuando yo no admito que tengo una parte insoportablemente fría y mental. Somos cuadros hechos jirones, en los que cada trozo de lienzo adquiere nuevos colores cuando se lo mira individualmente.

Tuvimos la conversación trascendental el viernes después de la oficina, cuando íbamos de compras, o de aventuras, o de lo que fuera que fuéramos (al final siempre acabamos haciendo algo totalmente diferente a lo esperado, eso es lo divertido). Es domingo por la tarde y todavía sigo dándole vueltas. Pero es un dar vueltas muy alejado del rumrum de una cabeza inquieta: se parece más a la gratitud de alguien que siente que su vida tiene sentido porque tiene un trabajo que hacer, el de ser feliz. Es un trabajo en el que me acompañas todos los días. Y si algún día hemos de partir uno del otro, tendré en mi mochila personal la sensación de haber aprendido de ti una lección muy importante, posiblemente la más importante de todas. Tremenda suerte la mía.