martes, 30 de septiembre de 2014

Seis de la mañana

A las seis de la mañana hay un reloj que me despierta, pero que no tiene alarma. Me levanto, voy al baño y compruebo que, tal y como esperaba, es noche cerrada. Hace frío, un frío que nunca pensé que haría a estas alturas del año.

Vuelvo a la cama enfundada en sueño, pensando en que aún me queda una hora y cuarto de placer bajo mis sábanas, el placer de Morfeo y su arena del sueño, el placer de tu olor y tu piel mientras duermes a mi lado. Me acurruco junto a ti y pienso que quizá dentro de un año tengamos un polizón en la cama que no nos deje dormir, así que por eso me pego más a ti, con mi incipiente tripa por delante, haciendo partícipe al ya polizón de lo que supone dormir contigo: una de las cosas más maravillosas de este mundo. Y sólo son las seis de la mañana.

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