jueves, 4 de septiembre de 2014

Por la mañana

Me enfundo en lo primero que pillo, con mis tacones bajos y majos, voy medio dormida por la calle como una maraña de pelo rizado en busca del pan de todos los días. A veces más temprano, a veces más tarde, pero siempre por la mañana. Siempre me convenzo de que necesito ponerme a mí misma a prueba, así que voy cambiando de itinerario. El cambio que no se puede evitar para aprender a vivir, me digo.

Pero hay cosas que nunca cambian de ese periplo de mi casa al edificio donde me gano el pan. Por ejemplo, los gritos de las pescaderas de la esquina y el esquivar las cacas de las palomas que se ponen, muy en fila, a esperar a que pases para descargar su munición. Las cabronas. O el conductor que decide que no eres lo suficientemente grande como para dejarte pasar en un paso de peatones. Al final tienen que poner mensajes que a los peatones nos achantan, a los conductores no tanto. Que en X sitio, 3 de cada 4 muertos en accidentes de tráfico era peatón. Que los achanten a ellos, que yo también voy a ganarme el pan por la mañana.

Como por la mañana me enfrento al vecino de los piropos soeces. Madre del amor hermoso, hay que lavarle la boca con Mistol a ese señor. Así que para no escuchar me pongo mi música, mi pequeño compañero que siempre va cargado de notas sobre la felicidad y otras extrañas costumbres, acompañadas por una melodía. Y así la mañana se despereza, mi maraña de pelo se estira y yo vuelvo a la rutina de todos los días, sonriendo y pensando en el día que comienza y que huele a nuevo, como un libro recién abierto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario