viernes, 5 de septiembre de 2014

Como Nerón

Arde el cielo, arde la ciudad, arde mi vida y se transforma. Arde la lluvia, que ahora es ácido sulfúrico y quema todo lo que toca. Caen abajo los muros opresores, las desventajas, la sensación de estar encerrado en una existencia en la que nada es seguro, todo es incertidumbre. Arde mi Roma particular, y me siento Nerón por un día: soy una emperatriz loca a la que le gusta quemar cartuchos de vidas pasadas, acabar con existencias a punta de guadaña, liberarse de cadenas con una antorcha y algo de aceite.

El fuego es purificador y es liberador, e intento no mirar atrás si no es para darme cuenta de lo que se ha destruido, lo que se ha cambiado y el sacrificio que cuesta siempre derruir algo que, como Roma, se pensaba que era eterno. A partir de ahí, todo huele a nuevo, a limpio. Y vuelta a empezar, a reconstruir una existencia desde los comienzos. Con la salvedad de que esta vez no estoy sola.

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