miércoles, 26 de julio de 2017

Sin palabras, sólo sensaciones

Esta mañana estaba en mi trabajo, en ese trabajo nuevo y flamante en el que puedo ser todo lo racional que quiera, y sólo pensaba en ti. No era nada racional, todo hay que decirlo. En mi mente, en mi ser, había un recuerdo de hace casi un año: tu cuerpecito mojado y caliente contra mí, el olor del fluido que te había mantenido cálido y seguro durante nueve meses, la sensación de plenitud y bienestar más alucinante de la vida.

Hace casi un año que te traje al mundo, con dolor, sí, pero hasta eso lo recuerdo placentero. El día en el que naciste con tu puño en alto, mientras la ginecóloga comentaba, asombrada, que cómo había podido parir una cabeza, una mano y un codo a la vez. Será que soy así de bruta. Pero eso no es lo importante, eso fue como el típico "¡ups!" que dices cuando te pasas de la raya. Lo importante era esa sensación de tenerte entre mis brazos de darte besos y decirle a tu padre que te parecías a tu hermana. Más calvito, sí, y más rubito (porque Luna nació con una señora mata de pelo negro), pero con los mismos ojitos rasgados y la misma expresión. Rugiste al nacer, como un señor león, y así te me presentaste.

Y hoy recordaba, medio nostálgica, esa sensación de tenerte entre mis brazos, tan pequeñito, a pesar de que te tengo en brazos todos los días y a casi todas las horas. Llevo 11 meses como madre de un varón y estoy muy orgullosa porque me has enseñado muchas cosas. Tu hermana también, ojo, pero contigo es distinto porque me he reconciliado con el género masculino gracias a ti. Siempre me decían "las niñas son delicadas, los niños son brutotes", pero se equivocaban. Eres dulce como el azúcar y delicado y suave como una caricia. La brutota es tu hermana, que es la antítesis de la femineidad, aunque le encanten los muñecos. En estos once meses que llevo siendo tu madre me doy cuenta de lo fácil y lo difícil que es ser madre de un varón: fácil porque una se enamora de sus hijos, sean del sexo que sean, difícil porque, por definición, es difícil ser madre de un varón en esta sociedad, en la que los niños necesitan darse cuenta de que los estereotipos de género van cambiando más rápido de lo que a ellos les gustaría. Es una responsabilidad grande acompañar a alguien del sexo opuesto en esa concienciación. Ser partícipe del cambio y enseñarte que la mujer con la que te cruces en tu vida (sea tu pareja o no) siempre intentará revolverse ante los cambios de su género mucho más rápido de lo que a ti te gustaría. Difícil también porque los roles de género también se ven en casa.

No te veo todo lo que me gustaría, gracias a ese trabajo racional y maravilloso que tengo (y menos mal que lo tengo), pero te tengo en el pensamiento, a ti y a tu hermana, todos los días, a todas horas, aunque a veces me queje de que soy una vaca lechera para vosotros dos. Pero oye, estoy muy orgullosa de serlo, ¿sabes? Eso es lo que importa. Dentro de diez años estarás por cumplir los once, empezarás a salir, la primera edad del pavo comenzará, y echaré de menos ser una vaca lechera. Seguro.

En cualquier caso, gracias por elegirme como madre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario