viernes, 27 de febrero de 2015

Duermes en mi silla

Duermes en mi silla, en mi sofá y hasta en mi mesa. Con permiso de mi auténtica dueña, claro está, que se queda los mejores sitios de la casa. Ella sabe que tiene mi amor incondicional y que la respeto como la señora gata que es, pero para ti soy tu mamá.

Llevas casi cinco años con nosotros, viniste a casa para ser el gato de mi marido porque yo ya tenía una gata. Aunque, para qué vamos a engañarnos, Tormenta fue la que más agradeció que vinieras, con tus trastadas y tu cabezonería, con tu cara de no haber roto un plato y esa otra cara que pones, que parece que dice que todo te gusta y que eres muy feliz aquí.

Eres el primero en saludarnos por la mañana, respondes a tu nombre y hasta sales a la puerta cuando llaman al timbre. A lo mejor te equivocaste de raza al elegir la encarnación en esta vida, que diría un hindú. A lo mejor simplemente es que eres así. Así te quiero y te queremos, aunque mordisquees los cartones de leche para bebértelos, masques el plástico de las bolsas de patatas y robes el pan para jugar con él. Aunque a veces te riña y te diga eso de "Pero qué malo eres, Mograine". Sabes y sé que no eres malo, no tienes maldad, lo que pasa es que con cuatro años y medio sigues teniendo el mismo carácter de un gato de seis meses. Y aunque en ocasiones es un coñazo tener que reñirte, quitar de tu alcance todo lo susceptible de ser comido o robado o secuestrado por ti, poner orden cuando te peleas con Tormenta y esquivar tus cariños en los pies cuando quieres que te pongamos de comer (con los que cualquier día nos matas de un traspiés), te queremos mucho. Sobre todo te quiero cuando abro la terraza para regar las plantas y, aprovechando la puerta abierta, sales a cotillear. Me gusta mirarte mirar la calle como si fueras radio patio, muy atento, y siempre siempre siempre, cuando te digo "Mograine cariño, vamos dentro", obedeces sin rechistar. Me encanta cogerte en brazos como si fueras un bebé boca arriba mientras pones cara de "ay, qué cruz". Me encanta darte besos aunque tú lo odies y te vuelvas líquido en mi abrazo porque te agobio. Me fascina cuando me das topaditas con la pata en el brazo para que te haga caso. Me chifla que me dejes hacerte pedorretas en la barriga, porque cualquier otro gato ya me habría arrancado un ojo al hacerlo, mientras que tú, simplemente, me dejas y hasta me miras con cariño cuando lo hago.

Eres un minino muy especial, pequeño Alto Señor Darion Mograine.

jueves, 26 de febrero de 2015

Soy mía, eres tuyo/a, él/ella es de sí mismo/a

Hay un boom de sombras de Grey pero no es nuevo. Hace un par de años que una compañera de la oficina me habló del libro y decidí leérmelo, por curiosidad. Odié el libro desde la primera frase y no pude terminármelo. Lo dejé en cuanto leí una de las frases que el infame protagonista pronuncia, "eres mía", cuando estaba en la cama con su sumisa novia/amante en mitad del acto sexual. Leerla me puso los pelos de punta. Creo que no hay nada que me espeluzne más que creer que otra persona es de uno/a. Del coraje, cerré el pdf y lo mandé directamente a la papelera de reciclaje, mientras murmuraba algo así como "Qué clase de basura es ésta".

Soy mía, tú eres tuyo/a y él/ella es de sí mismo/a. Cuándo nos vamos a dar cuenta de que amar no significa poseer, de que no implica poseer. Cada corazón es de uno mismo y cada recodo del cerebro es de uno mismo. Si nos damos en una relación sana, damos lo que elegimos dar, y si no es suficiente para nosotros o para la otra parte de la relación, entonces creo que es el momento de hablarlo y llegar a un nuevo acuerdo. Pero esa relación literaria (y ahora cinematográfica) no es para nada así. Él elige y ella cree que elige porque el tipo la pone más caliente que el pico de una plancha. Elige con el clítoris y no con la cabeza, incluso dudo que realmente lo ame. Él se plantea como una cosa a su vez, una posesión para darse status y una misión imposible, un bebé al que hay que curar. Pero en realidad, puede mandar a su ricachón a mandar por culo en cualquier momento. No es tan difícil hacerlo, salvo que la anulación haya sido completa, como tristemente creo que es el caso.

Creo que tener una relación con una persona normal es más divertido que tenerla con el Sr. Obseso-Del-Control-Yo-Dirijo-Tu-Vida (o señoras equivalentes). Al menos sabes que nadie va a reñirte por no salir del trabajo a tu hora, o por tener amigos, o por decidir que te vas por tu cuenta un fin de semana. Si lo hace, puedes decirle que le mandarás un Whatsapp para que no se asuste, que llamarás y ya está. Y por supuesto, no lo haces porque tengas un contrato o porque te dé pena que el muchacho fuera maltratado en su infancia.

Comprendo que hay personas que optan por este tipo de relaciones porque son previsibles y estables, porque sabes que a x orden hay que aceptar x consecuencias (positivas o negativas, como si fueras un niño pequeño). Pero no entiendo por qué una pareja debe dar órdenes. Es una pareja (sentimental o de juegos), debería ser un igual incluso en el contexto del BDSM. Por eso no firmé el contrato literario de Grey, como muchas otras personas. No deja de ser maltrato psicológico, anulación y posesión entendidos como algo bueno.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Haz que llueva

Oigo mi propio corazón. Noto sus latidos fuertes, en mi cuello. A mi alrededor hay una tormenta, o quizá la tengo dentro y no me doy cuenta. Me da igual. Esa tormenta es la libertad total. La libertad para expresar lo que tenga dentro de la cabeza, o del corazón, o de los mismos intestinos si así lo deseo.

Mi corazón es un tambor chamánico. Late para hacer que llueva, para desencadenar la tormenta a la que tanto tiempo me negué a acceder. Es mucho más cómodo parecer zen, pero no lo soy y tengo que admitirlo. Por eso dejo que llueve, hago que llueva, como una danza de la lluvia dentro de mí que de pronto carga de electricidad el ambiente.

Bailo al son de mi tambor, bajo mi lluvia y, cada vez que lo consigo, celebro mi propia libertad a través de las figuradas gotas que se deslizan por mi piel desnuda. Me doy cuenta de que no nací para ser espectadora. Nací para bailar bajo esa lluvia que, cuando cae, acompaña el tum-tum de mi tambor interior. Y así, en un trance desenfrenado, celebro que elijo simplemente ser. Bajo la lluvia.

Un sol nada tímido

Un sol nada tímido se asoma por las rendijas de mi ventana. Es más de la hora en la que debería haberme levantado. Me cuesta hacerlo, pero lo hago, pensando en los sueños tan absurdos que he tenido durante la noche. Al levantarme me doy cuenta de que llevo un rato durmiendo en tu lado de la cama. Ya te has levantado.

Voy al baño y en cuanto acabo me acerco a saludarte. Estás trabajando en tu despacho. No hace mucho que te has levantado, todavía tienes el pelo revuelto. Me sonríes, nos damos los buenos días y un beso. El sol nada tímido ha desaparecido para mí, ahora tengo a mi sol delante, con su chándal y sus pantuflas de estar por casa, delante de un excel que pinta muy aburrido.

Así que decido que voy a hacerte el día un poco más fácil. Voy a la cocina, te hago un café y te lo llevo a tu cuarto junto con unas galletas de las que te encantan. Sonríes y das las gracias, y preguntas por lo que tengo puesto en la radio, un debate muy importante en el que los políticos hablan de naderías. Y que a mí me gusta escuchar porque es como un festival del humor.

A pesar de la voz alterada de los políticos, noto la calma en el ambiente mientras me tomo mis cereales con yogur. Acaricio mi ahora enorme barriga y pienso cuánto tiempo podremos vivir bajo este sol nada tímido, en estos días apacibles, en este paraíso prestado. Ojalá no acabe nunca.

lunes, 23 de febrero de 2015

Mujer en un mundo de gamers

Se abre el Team Speak y digo hola. Todo el mundo contesta, como siempre, como se hace con todos. Son simpáticos mis guildies, mis compañeros, mis hermanos de armas. Soy una más en el equipo, independientemente de lo que lleve entre las piernas. El día en el que la cago intento ser la primera en decirlo y voy siempre a dar el 100%, así que nadie me trata como si no supiera jugar.

Aunque siempre está el listo que se cree que ser mujer es una cuestión importante en términos de manejo de personajes en un MMORPG. Porque, según él, el cromosoma Y te da superioridad. Una cuestión importante para poder tratarte como si fueras imbécil. Es entonces cuando a una, casi siempre silente y atenta, se le cruzan los cables y dice eso de "Cállate y cumple tu función".

Casi siempre el resto del gremio contesta con una risa que confirma lo que ya sabemos: que no somos mujeres, sino que somos jugadores como el resto. Y se agradece.

lunes, 16 de febrero de 2015

Te quiero y no te poseo

Veo la alianza en tu mano derecha, yo la llevo en la izquierda. Cuestión de gustos, me digo siempre. A veces nos gusta chocarlas como si fueran una especie de hechizo de buena suerte, es lo bueno de que estén en manos opuestas. Esa alianza fue un trato que firmamos delante de una concejal hace cuatro años y pico, en el Ayuntamiento de la ciudad donde nos conocimos, la misma ciudad donde un día te quité los pantalones en respuesta a que me mordieras el cuello. Qué cosas las nuestras, qué locos estábamos y qué locos estamos.

Te quiero y me dices que me quieres, y lo veo en tus ojos y en tus gestos, pero nunca nos poseemos. Cada uno es de sí mismo y decide qué parte comparte con el otro. Sabes que a veces escribo aquí, y que escribo sobre ti, y que me gusta mucho escribir sobre ti, pero te dejo a ti el elegir cuándo leer lo que escribo. Sabes que escribo para mí, aunque escriba de ti. Sabes que, aunque te quiero, no te poseo. Sé que aunque me quieres, no me posees. Hemos llegado a ese delicado equilibrio (como esas balanzas que te gustan tanto) en el que una palabra basta para saber que el otro necesita un tiempo a solas. Normalmente una hora, o dos, o siete, pero al final del día siempre está nuestra cama, donde nos contamos nuestras cosas, o lo que nos queremos contar. Y no es necesario contarlo todo.

Gracias a ti he aprendido lo que significa querer. Querer, que no es ser un trozo de carne que se desea para alguien, sino una persona completa. Querer, que no es darse completamente al otro, sino elegir dar partes de ti mismo, mientras amas a todas y cada una de las partes que das. Qué gran lección de libertad me diste. Somos como caballos salvajes que decidieron no domarse mutuamente, sino que llegaron al acuerdo de respetar cada una de sus libertades, dentro del contexto de una relación monógama tradicional.

Y en gran parte gracias a que te quiero y no te poseo, y que me quieres y no me posees, es por lo que decidí estar en una relación monógama tradicional contigo. ¿Con quién mejor?