jueves, 28 de agosto de 2014

La vida en flares

¿Qué haces cuando tu vida tiene tanto brillo y tanto destello que parece la última de Star Trek, la que dirigió JJ Abrams?

¿Qué haces cuando tu vida parece una fotografía (o un videoclip) de David LaChapelle?

¡Pues qué vas a hacer! ¡Bailar!


miércoles, 27 de agosto de 2014

Burbuja

A veces es de cristal esmerilado y no se ve lo que hay dentro. A veces, de plástico fino. Otras, de cemento armado. Tengo una burbuja dentro de la cual me encuentro y dentro de la cual guardo todo lo que me importa. Soy la niña burbuja y no me importa, porque lo hay dentro de la burbuja es mío. No me lo puede quitar nadie, por mucho que ansíen lo que hay dentro de ella.

Nadie puede poseer la burbuja de uno. Siempre pienso que para qué querer una burbuja ajena y su contenido, cuando cualquiera puede construirse la suya propia y llenarla de sus propios recuerdos. Carece de sentido querer la burbuja de otro, porque no requiere más esfuerzo que el de aquella chica a la que vi romper un castillo de arena en la playa. Romper la burbuja de otro para convertirla en tuya, sabiendo que cuando lo haces, igual que el que explota una pompa de jabón, ya no vuelve a existir como tal. Por eso es mejor construir la de uno mismo. Como si se quiere fabricar de recortes de periódicos y fotos antiguas, de spaghetti casero y de olor a pan recién horneado.

Mi burbuja es mía y yo pinto de ella mis colores. Soy la niña burbuja.

viernes, 22 de agosto de 2014

Felicidad

Llorar de alegría, de expectativa, de amor. Querer bailar en mitad del supermercado con alguna música inesperadamente familiar, y mejor acompañada, si alguien quisiera atreverse a bailar y luego a lanzarle un beso al aburrido vigilante de seguridad que está detrás de las cámaras después de darle el espectáculo. Conectar con alguien con quien pensabas que nunca conectarías. Escribir un par de líneas estúpidas en un blog que nadie lee, sólo porque necesitas escribir para sentirte bien, y luego darte cuenta de que desnudas tu alma en cada frase. Y que no te importe lo más mínimo. Nada. Porque eres feliz, y no lo eres por nada de fuera, lo que eres porque eres.

Felicidad que pintas infinitas sonrisas en mi cara. Qué difícil se hace mentarte cuando se hace con honestidad en el corazón. Qué agradecida me siento contigo.




jueves, 21 de agosto de 2014

Muros destinados a caer

He construido un muro de ladrillo y cemento para separar tu latido del mío. Me repito que así estaré preparada emocionalmente para lo peor, en caso de que suceda, en caso de que al final lo nuestro quede en una tira que cambia de color.

He pintado el muro de grafittis que hablan de esperanza. A veces le hago agujeros. Escarbo en el muro y te paso por las rendijas, de contrabando, café y azúcar refinada, porque son mis únicos vicios ocasionales. Pienso que quizá a ti también te gusten, lo mismo que me gustan a mí. Miro el muro todos los días y me recuerda al muro de Berlín, ése que todavía no conoces. Y me siento a su sombra, como una niña de Alemania Occidental esperaría a la aparición de ese niño con la cara sucia del otro lado, para compartir con él ositos de goma de muchos colores.

Quedan sólo unos días para saber cómo está todo. Y me siento esperanzada. Porque como en el 89, existe una amplia posibilidad de que ese muro caiga, como irremediablemente caen todos los muros, y se convierta en un puente. Y ya sólo quede la parte del graffiti donde hace poco pinté un corazón de color rojo sangre, el mismo corazón y el mismo color rojo sangre que nos une a los dos.


miércoles, 20 de agosto de 2014

Todas las cosas buenas tienen un final

En mi altavoz suena la radio, una canción cantada por una voz femenina y nasal, de las que tanto se pusieron de moda a principios del milenio. La cantante no tiene muy buen fraseo (se le olvida respirar) pero el compositor y el productor hicieron bien su trabajo. La letra es bonita. Habla de las cosas buenas que se acaban. Y yo añado, todas las cosas se acaban en realidad, incluso la peor de las situaciones, que también se acaba tarde o temprano.

La mayoría de las cosas se acaba para dar lugar a cosas mejores. Ésa es mi experiencia. Aunque a veces, indudablemente, duele.


lunes, 18 de agosto de 2014

Diálogos para besugos

He tenido grandes conversaciones en esta vida con gente muy interesante. Ese tipo de conversaciones que te hacen plantearte tu existencia entera y que te hacen maravillarte por la capacidad neuronal ajena. Sin juicios de valor, sin problemas, sin reproches, sin "yo te dije y tú me dijiste", esas cosas que tanto odio y que a veces son tristemente frecuentes cuando los años pesan más que el cariño.

Odio cuando las conversaciones se transforman en diálogos para besugos, en los que los conversadores están más interesados en "ganar" una supuesta diatriba. Cuando me encuentro en esa situación mi reacción natural es no responder. No creo que necesite jugar a ese juego que me parece tan sucio y tan vacío de significado. Lo considero, de hecho, poco honorable. Creo que, más bien, es infinitamente mejor entender al otro en lugar de lanzarse al reproche barato, porque para reprochar siempre hay tiempo pero para empatizar y comprender hay, aparentemente, contados instantes en esta vida. Qué pena, con las maravillosas conversaciones que se pueden llegar a tener cuando se abre el corazón a la comprensión.

domingo, 17 de agosto de 2014

Sonata para piano nº14 de Beethoven

La llamaron Claro de Luna o Luz de Luna después de que Beethoven la publicara. Beethoven la escribió estando enamorado, con el idioma de un hombre que escribe una carta usando la música como el lenguaje que le resulta más natural, el lenguaje con el que había conocido el amor de su Giulietta. Ella tenía 17 años, Beethoven estaba en la treintena.

Al cabo del tiempo, Giulietta se casó con un compositor amateur de ballets y Beethoven, aunque vio publicada su Luz de Luna, lloró amargamente la separación. Sin embargo, aquella carta de amor escrita en un pentagrama perduró como perduran todas las cosas hermosas de este mundo.


sábado, 16 de agosto de 2014

Aprendiendo a tejer

Nadie le dijo a la araña cómo aprender a tejer porque está en su naturaleza y en sus genes. Cuando lo necesita, teje su tela y ya está. En cambio yo necesito un tutorial en Youtube para hacer algo simple como tejer, pero no me molesta, asumo que no aprendí en su día a hacer punto y que, qué demonios, ahora me apetece aprender porque nunca es tarde si la dicha es buena. Además, es muy relajante contar puntos.

Igual que la araña nunca necesitó videotutoriales de señoritas muy duchas en labores del hogar, la mayor parte de los humanos no necesitamos vídeos de Youtube para hacer las cosas más normales de nuestra vida. Siempre se dice eso de "el cuerpo es sabio", "la naturaleza sabe lo que tiene que hacer", y sin embargo creemos que hemos olvidado los procesos que llevan naturalmente al cuerpo a cambiar de un estado x a un estado y. Me sorprendo a mí misma preguntándome cómo lo hacían nuestros antepasados, y en realidad la respuesta es que no hemos dejado de ser primates, así que cómo lo iban a hacer, pues por instinto. Lo que pasa es que hemos aprendido a no escuchar a nuestros instintos, nos empeñamos en hacer menos caso a nuestra memoria genética y por eso quizá haya llegado el momento de desaprender.

jueves, 14 de agosto de 2014

Despertar

Despertar un día y darse cuenta de que se ha estado soñando. Aunque los sueños son los que nos mueven, claro que sí, y que hay que aprender de las cosas con las que se sueña porque en ellas residen nuestros anhelos más profundos.

Y de pronto llega el día en el que se despierta y uno se da cuenta de que ha estado soñando. De que los días, los meses, las semanas, han estado pasando, y que todo ha sido un sueño. Que ahora queda vivir de verdad, tomar esos sueños y hacer con ellos lo que se necesite hacer. O no tomarlos en absoluto. Tomar las decisiones pertinentes, ya despiertos, y seguir viviendo. Y ya despierta, prometo seguir soñando porque los soñadores nos nutrimos de sueños.

Tan sólo déjame seguir soñando.


miércoles, 13 de agosto de 2014

Tirarse al vacío

Está por todas partes, en todas las personas, en todas las situaciones. Tu amigo el miedo, mi amigo el miedo, su amigo el miedo, nuestro viejo amigo, el miedo. 

Estoy cansada de que asome su fea nariz, cansada de que cuando menos me lo espere vuelva a dar la murga con sus sermones, sus "no se puede", sus "es imposible". Hace ya tiempo que me di cuenta de que nosotros decidimos qué es posible y qué es imposible. Hace ya tiempo que animé a otros a tirarse al vacío y para dar ejemplo decidí tirarme yo misma al vacío. Intento hacerlo cada cierto tiempo, lo prometo, aunque es difícil dejar a mi viejo amigo el miedo en tierra y lanzarme a por mis sueños, por muy locos o imposibles que parezcan.

Quizá es cosa de la tierra, de la cultura que me inculcaron. Hace mucho, muchísimo tiempo, se dijo de la catedral de mi Sevilla natal eso de "Hagamos una iglesia tan grande que quienes la vieren acabada nos tomaran por locos". Quiero que me tomen por loca cada vez que me tire al vacío con alguna de mis ideas. Porque sé que lo peor que me puede pasar es que fracase. Pero lo mejor, oh, lo mejor siempre está por llegar, y a veces, de hecho muchas veces, lo mejor es el regalo que te espera cuando te lanzas al vacío, persiguiendo un sueño.

sábado, 9 de agosto de 2014

¿Qué decir?

Me pregunto qué decir ante la incesante necesidad de decir monerías ante los amigos de mamá, de papá, de la vecina del quinto y hasta del gato. Por qué no puede un niño tan sólo ser introvertido y presentarse con una mirada. Por qué tenemos que dar besos, ser tocados, preguntados y hasta juzgados como "poco graciosos" si no contestamos algo divertido.

¿Qué decir ante esa clase de extrovertido que llega ante tu burbuja y la hace explotar en mil pedazos? Los que hablan y hablan y no saben disfrutar del silencio. Inmersos en sus propios temas de conversación, empeñados en compartir cosas que están fuera de sus mentes en lugar de dentro de ellas. Esos monólogos que no aportan nada porque no nacen de una reflexión profunda de esas cosas que están fuera, sino que son un pavonear de conocimientos vacíos. Y externos.

Normalmente saludo y escucho estoicamente hasta que se me hinchan las pelotas y cambio disimuladamente de tema para no decir eso de "la verdad, me importa un culo lo que me estás contando". Así que sonrío y cambio de tema, a veces con más arte, otras con menos. También me mantengo locuaz, o lo intento (a algunos, el uso de la función fática con un "aham" cada cierto tiempo les da una cierta sensación de que están siendo escuchados, mientras tu introvertida mente viaja a lugares más felices). Así lo aprendí cuando era una pequeña introvertida y me obligaban a besar a la gente, a saludar y a recibir molestos pellizcos en el cuello.

Así que me enseñaron a disimular mi introversión con una fingida extroversión, porque la extroversión está de moda. Los espacios abiertos en los lugares de trabajo, por ejemplo, son un clarísimo ejemplo de ello. Para los extrovertidos es la bomba, para los introvertidos es la peste bubónica del pensamiento creativo. Pero ellos sabrán. El mundo necesita a los introvertidos también, aunque algunos hayamos aprendido a camuflarnos como los camaleones.


Procrastinación

Hay quien procrastina con videojuegos, con hobbies o con profesiones.

Hay quien procrastina con relaciones. Eso hoy día se llama monogamia seriada.

Y yo me pregunto, ¿desde cuándo opté por la monogamia dura, de la vieja escuela, yo que vagué de cama en cama?

Parece que no soy la única en preguntárselo, a juzgar por esta canción.


jueves, 7 de agosto de 2014

Lo que de verdad importa

Y en cuestión de tres minutos, todo cambia.

Ser perfecta no es una prioridad. Tampoco conseguir metas. Tampoco si esto engorda o no engorda.

Y descubres lo que de verdad importa.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Peces pescados

Encuentro relajante limpiar pescado. Esa tarea que mi abuela hacía día tras día, empeñada en que comiéramos bien. Pasé mucho tiempo sin comer pescado fresco en casa cuando me independicé, con 25 años, y hace unos años que volví al pescado de pescadería de toda la vida, no a la bazofia que te venden congelada. Yo no sabía limpiar pescado pero Youtube todo lo puede y todo lo enseña, así que tras verme dos o tres vídeos ejecuté mi primer intento. Con una dorada, para que viera bien todas las tripas. No fue muy agradable la primera vez y el pescado se me escurría, pero poco a poco, como buena aprendiz de sushi, me vinieron a la memoria esos mediodías de preparar la comida, observando a mi abuela pacientemente limpiar todo el pescado. No la entendía entonces porque nuestros mayores son siempre los grandes incomprendidos, pero la entiendo ahora.

Hace unos años cogía el autobús para ir a trabajar y me preguntaba tras mi cristal si no era un pez en una pecera en mitad de una ciudad vasta y gris, un decorado artificial de sonrisas Profident. Los peces de ciudad no somos auténticos, pero los peces de verdad sí lo son. Por eso se escurren entre las manos, por eso cuando los abres muestran lo que realmente son, carne, sangre y huesos, bueno, espinas.

Así que cuando limpio pescado veo autenticidad pero también veo sacrificio. Ya que ha muerto, haré que su muerte no haya sido en vano. No habrá padres peces que digan eso de "un padre nunca debería enterrar a su hijo", ni nietos que lloren la muerte por captura de red del abuelo-pez de la familia, pero habrá una humana que limpiará ese pescado con cariño y recordará su sacrificio. Y encontrará su lugar en el ciclo de la vida.

Al final de la historia, seguimos siendo depredadores. Los más patéticos del sistema, porque no tenemos garras, ni picos, ni somos rápidos, ni silenciosos, ni ágiles. Pero depredadores al fin y al cabo. Nuestros cuerpos no se han hecho para comer plástico, que es lo que hoy en día comemos mayormente. Quizá esto explique por qué tras tantos años me he reconciliado con la comida, porque por una vez veo lo que me como, entiendo lo que supone para esa criatura o vegetal, y acepto su sacrificio como una forma de honrarla y honrarme. 

martes, 5 de agosto de 2014

Palabras

De qué sirven las palabras, de qué sirven las promesas, los adioses, los holas, las necedades que nos decimos.

Si lo más importante es lo que no se dice.


Sé que dices que no debería quererte,
ni tampoco decírtelo.
Pero si no lo dijera, aun así lo sentiría,
¿qué sentido tiene?

Te prometo que no estoy intentando hacer tu vida más difícil,
o volver al punto en el que estábamos.

Me hundiré con este barco,
no levantaré las manos para rendirme,
no habrá bandera blanca sobre mi puerta,
estoy enamorada y siempre lo estaré.

Sé que a mi paso dejé demasiado caos y
destrucción para poder volver.
Y que no he causado más que problemas,
entiendo que no quieras hablarme más.
Y si vives por la regla del "se acabó",
estoy segura de que tiene todo el sentido.

Me hundiré con este barco,
no levantaré las manos para rendirme,
no habrá bandera blanca sobre mi puerta,
estoy enamorada y siempre lo estaré.

Y cuando nos encontremos,
que estoy segura de que lo haremos,
todo lo que hubo
seguirá estando ahí.
Yo lo dejaré pasar y me morderé la lengua,
y tú pensarás que lo he superado.

Me hundiré con este barco,
no levantaré las manos para rendirme,
no habrá bandera blanca sobre mi puerta,
estoy enamorada y siempre lo estaré.

sábado, 2 de agosto de 2014

Sólo un trozo

Hay un trozo de mí que escondo por si no te gustara. Me gusta pensar que es el lado oscuro, aunque de ese lado oscuro muchas veces viene una gran luz. Esa luz que te gusta tanto y que a veces siento que quieran robarme, tener por un instante para convertirse en mí, en la chica que convierte en oro todo lo que toca, aunque sólo sea un espejismo. Es un cuásar gigante, un tremendo agujero negro que dependiendo de cómo se vea puede iluminar el cielo entero mientras devora universos.

En tu pequeño balcón a las estrellas pides un trozo de ese cuásar. Y no entiendes que puede destruirte, que puede que no te guste que te absorba y te desgaste. Es por eso que me sitúo a años luz de ti, aunque me veas a simple vista. Lejanamente cercana, soy una presencia en mitad de tu cielo, al que alzas la vista. Y mientras tanto, pides un trozo de mí, un trozo de algo que no puedo darte. No puedo darte más que el espectáculo de devorar universos mientras hago saltar chispas de gases que friccionan y brillan. Te hago ver lo brillante para que no veas lo que hay dentro. Un monstruoso agujero negro al que sólo mantiene a raya la esperanza.